Esta lo tomó en brazos le limpió la cara y no se qué le estaba diciendo, parecía reñirle, aunque no la notaba enfadada. Dani
se reía con una risa nerviosa y picaruela al mismo tiempo. -Se ríe porque está contento y también por el brillo del sol....y -añadí-... porque le he regalado además un beso sevillano; -y le hice un guiño a Dani. La señora que por su acento no parecía de la tierra, me miró y en su mirada leí la convicción de lo que a continuación me dijo: -Gracias por atenderle, pero .....¡está usted tocada!, y se puso el dedo índice en la sien, girándolo a un lado y a otro. Yo pasé mi mano por la enmarañada cabeza del crío y mirando a su madre con una mueca de sonrisa, contesté: -No señora, tocada no, estoy, estoy hundida. Y giré sobre mis talones en la busca de mi solitario banco.
REENCUENTRO EN EL PARQUE
Estaba
empezando la primavera y las terrazas de los bares y parques Hacía dos o tres meses desde que tropezara con el chico perdido en el parque.Ya me encontraba mejor de mi depresión, aunque aún seguía en tratamiento. Había estado en la cama varias semanas, así que tomé la decisión de salir a caminar todos los días, y como el parque estaba cerca, fue el sitio elegido para mis paseos diarios. Solía ir en la mañana antes que apretase el sol. Caminaba a paso ligero dando vuelta a todo el estanque, después bordeaba el campo deportivo y volvía esquivando la parte de columpios hasta la amplia zona de césped que era mi entrada y salida puesto que es lo primero que encontraba por la puerta que acostumbraba a utilizar y que era la que más cerca tenía de casa. No hice más que llegar al césped, después de dar toda la vuelta, cuando veo a un chavalín corriendo hacia mí. Llegó a mi altura, me tiró de la manga, y con una sonrisa de oreja a oreja me soltó un "hola" de lo más jovial. Lo reconocí al momento. Era Dani con su misma cara traviesa. -
Hola Dani - me incliné y le di un beso. En ese momento se acercó la madre y le dijo que no molestara, al tiempo que lo tomaba por la mano tirando de él. -
No me molesta señora, al contrario me alegra verle Y volvió a tirar de la mano del chico para llevárselo. Este, con la cabeza vuelta hacia mí, me dijo adiós con la otra mano y me envió un beso. Yo también le lancé uno con los dedos al tiempo que le hacía un guiño. Mentiría si dijese que no me agradó ver al chiquillo, pero creo que el motivo era por vanidad. Me sentí vanidosamente orgullosa del hecho que un chavalillo tan pequeño me hubiera reconocido tan fácilmente a la primera. Cuando una se le baja la moral a los suelos, cualquier cosa positiva te proporciona motivos para alegrarte. Ser
tan sensible tiene sus pros y sus contras. Desde
entonces cogí la costumbre de saludar a mis amistades con un beso
sevillano. Cuando les mandaba una postal, cuando me despedía
por
teléfono, etc. Siempre les decía: Y
me tenían la guasa siempre preguntándome cómo eran. Yo les
contestaba: Hasta
que un día, que estábamos tomando unas cervezas en una terraza, me
hicieron una encerrona y no tuve más remedio que explicárselo. INGREDIENTES Los fines de semana solía ir a pasarlos a su lado. Mis padresvivían a una hora en coche. Yo sentía verdadera veneración por mi padre. Cuando
llegaba le daba un beso y le preguntaba cómo estaba. Siempre me
contestaba: Entonces entró en la cueva y, después de un rato que a mi se me hizo interminable, salió con un cartucho de papel lleno de las plantas de mi lista. Me
lo entregó y me dijo: Habían pasado varios años. Poco a poco superé mis baches, después de cambiar de trabajo, de casa y de coche. Me encontraba con una cierta estabilidad económica y sentimental, mis hijos, uno terminando la carrera y el otro trabajando ya. Aquella tarde había quedado en el parque con una amiga. Nos veríamos en una de las entradas, en un banco concreto próximo a la puerta. Este parque tenía para mi unas connotaciones muy especiales. Mis visitas al mismo me proporcionaban un delicioso sabor agridulce. Era el lugar donde llevaba a mis hijos cuando pequeños, y guardaba el recuerdo inolvidable del disfrute de esos años. También fue mi refugio en las horas bajas de tantos malos momentos. Desde tiempo tenía la costumbre de llevar siempre en el bolso un libro, unos folios y un lápiz. El libro me venía muy bien cuando tenía que esperar, ya que, aparte de aprovechar ese tiempo, la espera se me hacía más corta. El papel y lápiz los llevaba porque a veces se me ocurría alguna idea para una posible pintura o escrito y, entonces tomaba apuntes o escribía lo qué fuera para llevarme a casa. Me senté y puse el bolso a mi derecha en el banco. Saqué la última publicación de Gala, lo abrí por el registro que tenía y me puse a leer. Me lo acababa de regalar uno de mis hijos pues sabía que este escritor me gusta. Llevaría unos diez minutos leyendo, cuando se acercó un joven y me pidió permiso para sentarse a mi lado. Casi sin levantar los ojos del libro, le dije que se sentara. Vació un montón de libros a su lado, tomó uno y lo abrió. Unos minutos después le oí reír y comentar algo: al mirarle me señaló el libro que tenía en las manos, era el mismo que yo estaba leyendo. Nos enlazamos en una conversación, primero sobre el escritor, sobre la obra, y acabó contándome que era asturiano, que vivía aquí desde chico porque trasladaron a su padre, que estaba estudiando medicina etc. etc. Mi amiga no llegaba y le di un toque a su móvil para saber cuanto le quedaba. El chico, discretamente, se levantó, tomó sus libros bajo el brazo y cogiéndome la mano me puso un beso y dijo muy educado: -
Señora ha sido un placer conocerla, un beso sevillano para usted. Todavía ahora, cuando voy a alguna fiesta o excursión, bromeo con mamá y le pido que me dé un beso sevillano para que las chicas me vean guapo. Aquella escena de tantos años atrás yo la tenía casi olvidada, pero ahora con lo que me estaba contando el chico, se me vino a la memoria con más detalles, y volví a recordar la carilla churretosa y los llantos del crío. Recordé el “Dany” sobre un balón de colores pegado en el peto del pantalón. -
¿No te llamarás Daniel verdad? - pregunté con cara de asombro. Nos
quedamos mudos mirándonos. Al cabo de unos segundos el chico me dijo: En ese momento apareció mi amiga y me despedí de él cariñosamente. Como me había comentado, al comienzo de nuestra conversación, que él solía venir por el parque muy a menudo pues vivía cerca, le dije cuando me marchaba. -
Otro día te explicaré cómo son y de que están hechos los besos
sevillanos. El chico soltó nuevamente los libros en el banco y se sentó. Tomó el folio, lo desdobló y comenzó a leer. Cerca de la puerta de salida, miré hacia el banco, desde allí me envió un beso con la mano. Una ligera brisa me trajo aromas diferentes, mientras el sol atravesaba los sauces del parque con un brillo especial esa tarde. Seguro que estaréis preguntándoos qué decía en aquel papel. Sólo eran unas letras explicando los ingredientes de los besos sevillanos. Si
queréis os paso la receta. RECETA DE LOS BESOS SEVILLANOS ¿Pues como te explicaría que son?..... Los
besos sevillanos tienen una mezcla de aromas. Efectos secundarios: Puede crear adición. La rehabilitación luego es muy difícil y lenta.
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