BESOS SEVILLANOS


AGUA, TOCADO Y HUNDIDO o Jugando a los barquitos

Estaba en aquellos días sufriendo la dura etapa de una pos-separación. Ésta había sido dura y había minado las pocas fuerzas que me quedaban después de un montón de años con una serie de "estiras y aflojas" que no sirvieron más que para alargar y hacer aún más insoportable la agonía de la inminente muerte de una relación.
Hacía mucho tiempo ya que nuestro matrimonio había empezado a hacer aguas.

Atravesaba pues, por un estado en el que no quería ver a nadie, no me importaba nipoco ni mucho nada de cuanto acontecía a mi alrededor.

Me daba igual si el frigorífico estaba vacío, si el cesto de la ropa sucia rebosaba, si las plantas se secaban por falta de agua....nada, ni siquiera el que mis hijos tuviesen comida preparada cuando llegasen del instituto. Por no importarme, no me importaba ni siquiera mi vida.

Algunas veces, solía refugiarme en un parque que había cerca de casa.

No es que me apeteciese pasear ni mucho menos, sólo buscaba quitarme de en medio para que ellos no apercibiesen cuando volvían de clase, el lamentable estado en que me encontraba.

Buscaba un banco lo más solitario y escondido que hubiera y allí permanecía horas y horas, mirando ...sin ver y ....dándole vueltas y más vueltas a la cabeza.

Iba aquella tarde a la captura de mi solitario banco, cuando me llamó la atención un crío de unos tres años o poco más llorando a moco tendido y con un total desconsuelo.

Estuve en un "tris" de pasar de largo, pero en un momento recordé cuando años atrás uno de mis hijos se extravió en una Semana Santa y lo mal que lo pasamos ambos.

Entonces me acerqué al chiquillo y le pregunté qué le pasaba, aunque por los indicios estaba clarísimo que se había perdido.

Tenía los ojillos enrojecidos por el llanto y por el continuo restriego que se propinaba sin cesar y que además le había decorado las mejillas con un sin fin de churretes.

Vestía un pantalón azul y en el peto del mismo llevaba un aplique de fieltro, de estos que se pegan con la plancha, donde ponía DANI encima de un balón de colorines.

-¿Te llamas Dani?, - le pregunté.
Él asintió con la cabeza sin dejar sus lloros.
-¿Y te has perdido?
Volvió a contestarme con un movimiento de cabeza.
Entonces me incliné, le tomé las manos y le dije:
-Pues ahora mismo vamos a buscar a tus padres, pero antes tienes que dejar de llorar y yo te haré un regalo.
Se me ocurrió lo del regalo como se me podía haber ocurrido cualquier otra cosa. No estaba yo para cavilar mucho.
El chico al oír la palabra "regalo" cesó como por arte de magia en su llanto.
¡El bendito desinterés de los críos!
-¿Qué me vas a regalar?,- dijo con un chapurreo casi in entendible.
-Te voy a regalar.... un beso sevillano. Se me ocurrió decirle.
-¿Eso?
Y puso tal cara de desilusión que pensé se iba a arrancar a llorar de nuevo.
-Es que tú no sabes que es. Los besos sevillanos no son como cualquier beso.
Los besos sevillanos te hacen reír, te ponen contento, te seca las lagrimitas y te ponen muy, muy guapo. Y todo el mundo dice...¡mira qué niño más guapo!; curan las heriditas de las rodillas cuando te has caído, pero sobretodo ¿sabes que hacen también?: hacen que tú veas el sol más brillante que lo ven todos los demás.

Y tomé su cara entre las manos y le puse un beso en su moflete churretoso.
-¿Ves?, ¿a que estás mejor?....Venga empieza a reír.
Y yo fingí una risa que él coreó.
Lo tomé de la mano y le dije:
-Ahora vamos a buscar a tus padres, ya verás lo guapo que te van a ver.

No habíamos acabado de dar la vuelta al seto que nos separaba del estanque de los patos, cuando vi dos señoras mirando a diestra y siniestra buscando.

Cuando una de ellas me divisó, apresuró su paso hasta donde yo estaba. Apenas nos separaban unos seis metros, el chico se soltó de mi mano y salió corriendo hacia ella.

Esta lo tomó en brazos le limpió la cara y no se qué le estaba diciendo, parecía reñirle, aunque no la notaba enfadada.

Dani se reía con una risa nerviosa y picaruela al mismo tiempo.

-¡Pero cómo!, ¿encima te vas a reír?, - dijo su madre.

-Se ríe porque está contento y también por el brillo del sol....y -añadí-... porque le he regalado además un beso sevillano; -y le hice un guiño a Dani.

 La señora que por su acento no parecía de la tierra, me miró y en su mirada leí la convicción de lo que a continuación me dijo:

-Gracias por atenderle, pero .....¡está usted tocada!, y se puso el dedo índice en la sien, girándolo a un lado y a otro.

Yo pasé mi mano por la enmarañada cabeza del crío y mirando a su madre con una mueca de sonrisa, contesté:

-No señora, tocada no, estoy, estoy hundida.

Y giré sobre mis talones en la busca de mi solitario banco.

 

REENCUENTRO EN EL PARQUE

 

Estaba empezando la primavera y las terrazas de los bares y parques
comenzaban a llenarse, cada atardecer, de personas. Por esta parte del
país, en cuanto llega el buen tiempo, el personal se echa a la calle
e invade cualquier sitio al aire libre.

Hacía dos o tres meses desde que tropezara con el chico perdido en el parque.Ya me encontraba mejor de mi depresión, aunque aún seguía en tratamiento.

Había estado en la cama varias semanas, así que tomé la decisión de salir a caminar todos los días, y como el parque estaba cerca, fue el sitio elegido para mis paseos diarios.

Solía ir en la mañana antes que apretase el sol. Caminaba a paso ligero dando vuelta a todo el estanque, después bordeaba el campo deportivo y volvía esquivando la parte de columpios hasta la amplia zona de césped que era mi entrada y salida puesto que es lo primero que encontraba por la puerta que acostumbraba a utilizar y que era la que más cerca tenía de casa.

No hice más que llegar al césped, después de dar toda la vuelta, cuando veo a un chavalín corriendo hacia mí. Llegó a mi altura, me tiró de la manga, y con una sonrisa de oreja a oreja me soltó un "hola" de lo más jovial.

Lo reconocí al momento. Era Dani con su misma cara traviesa.

- Hola Dani - me incliné y le di un beso.
- ¿Es corriente o sevillano? - al principio no caí en lo que quería decir.
- ¿Cómo dices?
- ¿Que  si el beso que me has dado es sevillano? - dijo con su chapurreo.
- ¡Pues claro que lo es!

En ese momento se acercó la madre y le dijo que no molestara, al tiempo que lo tomaba por la mano tirando de él.

- No me molesta señora, al contrario me alegra verle
- ¡Ah! Es usted... pues vaya historia que le metió en la cabeza con lo que le dijo, que desde entonces se lleva todo el día pidiendo besos y que sean sevillanos. Que si le ponen guapo, que si el sol brilla más, que si se ha caído.... ¡Vamos! una tabarra.
- Tanta tabarra no será que su hijo le pida un beso.
- Es que siempre me dice que tiene que ser de los sevillanos, ¡vaya monserga!
Cada vez que se cae o le duele algo, ya está con lo mismo.

Y volvió a tirar de la mano del chico para llevárselo.

Este, con la cabeza vuelta hacia mí, me dijo adiós con la otra mano y me envió un beso. Yo también le lancé uno con los dedos al tiempo que le hacía un guiño.

Mentiría si dijese que no me agradó ver al chiquillo, pero creo que el motivo era por vanidad. Me sentí vanidosamente orgullosa del hecho que un chavalillo tan pequeño me hubiera reconocido tan fácilmente a la primera.

Cuando una se le baja la moral a los suelos, cualquier cosa positiva te proporciona motivos para alegrarte.

Ser tan sensible tiene sus pros y sus contras.
Sí, es cierto que sufres por cosas que otros personas no llegan ni siquiera a percibir, pero no es menos cierto que cuando es algo positivo, también encuentras placer en hechos que los demás no notan, o no dan la menor importancia.

Desde entonces cogí la costumbre de saludar a mis amistades con un beso sevillano. Cuando les mandaba una postal, cuando me despedía por teléfono, etc. Siempre les decía:
- Un beso sevillano para ti.

Y me tenían la guasa siempre preguntándome cómo eran. Yo les contestaba:
- Ya os lo explicaré algún día.

Hasta que un día, que estábamos tomando unas cervezas en una terraza, me hicieron una encerrona y no tuve más remedio que explicárselo.
Desde entonces siguieron con la broma y cuando alguna estaba tristona por algo, me llamaba por teléfono y me decía:
Vamos a vernos, necesito un beso sevillano con urgencia.

INGREDIENTES

¡
Cuanto bien hace a veces un simple beso o una frase cariñosa, qué poco trabajo cuesta y qué poco las prodigamos!

Recuerdo que estaba mi padre bastante mal. Llevaba seis años con las piernas amputadas y tenía dolores cada vez más frecuentes.

Los fines de semana solía ir a pasarlos a su lado. Mis padresvivían a una hora en coche.

Yo sentía verdadera veneración por mi padre.

Cuando llegaba le daba un beso y le preguntaba cómo estaba. Siempre me contestaba:
- En cuanto te veo y me das un beso, ya estoy mejor.
- Pero si estás tan delgado que se quedan en los huecos de los  cachetes.
Entonces él inflaba de aire los carrillos y decía:
- Ya no se perderán.
¡Cómo lo echo de menos!

Recuerdo que uno de esos días, cuando me acosté, tuve un sueño de cuento de niña pequeña.

Estaba subiendo por un cerro que está situado cerca del pueblo y que le llaman la Sierra del Pino. En lo más alto existe una cueva de piedra caliza que a todos cuando chicos nos ha fascinado por estar llena de leyendas misteriosas.

Muy cerca ya de la entrada salió de ella una vieja que al verme me preguntó qué hacía por allí.

-   Vengo a pedirle unas cosas.
-   ¿Unas cosas? ¿Tú sabes quien soy rapaza?
-     Sí, eres la bruja -le contesté.
-   ¿Y qué demonios quieres?
-    Quiero algunas de sus plantas.
-   ¡Pero habráse visto la mocosa ésta! ¡Ummm! unas plantas ... ¿Y para qué las quieres?
-   Necesito hacer una mezcla con ellas y como es invierno no hay en los jardines ni en los campos, yo sé que usted tiene un huerto con toda la clase de plantas.
-   A ver, ¿qué plantas son esas?
Y le entregué un papel arrugado donde tenía escrita una lista.
-   Romero, Albahaca, jazmines...

Y así fue leyendo hasta el final. Me miró fijamente examinándome de arriba abajo y me preguntó:

-   ¿Y no necesitas rabos de lagartijas, ni pelos negros de cabra?
-   No, sólo lo que pone ahí.
-   Y ¿puedo saber qué clase de pócima vas a hacer con esto?
-    Voy a hacer besos sevillanos.
-    Ja, ja, ja ¿besos sevillanos? Ja, ja, ja ¡demonio de zagala!
-    Yo le regalaré tres por lo menos.
-    ¿Tu le darías tres besos a esta vieja bruja?
-    Sí, se lo prometo.
Y al mirarle la cara me recorrió un escalofrío.

Entonces entró en la cueva y, después de un rato que a mi se me hizo interminable, salió con un cartucho de papel lleno de las plantas de mi lista.

Me lo entregó y me dijo:
- No te olvides de la deuda o te buscaré hasta en el mismo infierno.
-   No, no me olvidaré.

Y salí monte abajo corriendo cuanto pude para estar bastante lejos de la cueva, pero por más que corría no parecía moverme del sitio. 
Quería volar y no podía, los pies se me enredaban entre tantos jaramagos y me hacían caer una y otra vez.
En medio de esta lucha estaba cuando.

Ring ring ring .......

El despertador me sacó de la maleza.

Salí de la cama y me dispuse a prepararme para irme al trabajo, pero me llevé todo el día dándole vueltas y más vueltas a la lista de los ingredientes que en sueños había confeccionado para los besos sevillanos.


¿CAUSALIDAD O CASUALIDAD?

Habían pasado varios años.

Poco a poco superé mis baches, después de cambiar de trabajo, de casa y de coche. Me encontraba con una cierta estabilidad económica y sentimental, mis hijos, uno terminando la carrera y el otro trabajando ya.

Aquella tarde había quedado en el parque con una amiga. Nos veríamos en una de las entradas, en un banco concreto próximo a la puerta.

Este parque tenía para mi unas connotaciones muy especiales. Mis visitas al mismo me proporcionaban un delicioso sabor agridulce. Era el lugar donde llevaba a mis hijos cuando pequeños, y guardaba el recuerdo inolvidable del disfrute de esos años. También fue mi refugio en las horas bajas de tantos malos momentos.

Desde tiempo tenía la costumbre de llevar siempre en el bolso un libro, unos folios y un lápiz. El libro me venía muy bien cuando tenía que esperar, ya que, aparte de aprovechar ese tiempo, la espera se me hacía más corta. El papel y lápiz los llevaba porque a veces se me ocurría alguna idea para una posible pintura o escrito y, entonces tomaba apuntes o escribía lo qué fuera para llevarme a casa.

Me senté y puse el bolso a mi derecha en el banco. Saqué la última publicación de Gala, lo abrí por el registro que tenía y me puse a leer. Me lo acababa de regalar uno de mis hijos pues sabía que este escritor me gusta.

Llevaría unos diez minutos leyendo, cuando se acercó un joven y me pidió permiso para sentarse a mi lado. Casi sin levantar los ojos del libro, le dije que se sentara. Vació un montón de libros a su lado, tomó uno y lo abrió. Unos minutos después le oí reír y comentar algo: al mirarle me señaló el libro que tenía en las manos, era el mismo que yo estaba leyendo.

Nos enlazamos en una conversación, primero sobre el escritor, sobre la obra, y acabó contándome que era asturiano, que vivía aquí desde chico porque  trasladaron a su padre, que estaba estudiando medicina etc. etc.

Mi amiga no llegaba y le di un toque a su móvil para saber cuanto le quedaba.

El chico, discretamente, se levantó, tomó sus libros bajo el brazo y cogiéndome la mano me puso un beso y dijo muy educado:

- Señora ha sido un placer conocerla, un beso sevillano para usted.
  Me quedé mirándole con cara de boba y él sonrió.
- ¿Un beso sevillano? -pregunté.
- Verá usted,  dijo - cuando yo era muy pequeño, un día me había perdido en este mismo parque y una señora me encontró y me regaló un beso sevillano. Este hecho se me quedó grabado desde entonces, convencido por completo de que éste era el remedio cuando te pasaba algo, que el sol brillaba mucho más para ti y te ponías más guapo. Desde entonces cuando me caía o tenía algún disgusto, yo le pedía a mi madre que me diese un beso sevillano y esto se me quedó a través de los años.

Todavía ahora, cuando voy a alguna fiesta o excursión, bromeo con mamá y le pido que me dé un beso sevillano para que las chicas me vean guapo.

Aquella escena de tantos años atrás yo la tenía casi olvidada, pero ahora con lo que me estaba contando el chico, se me vino a la memoria con más detalles, y volví a recordar la carilla churretosa y los llantos del crío. Recordé el “Dany” sobre un balón de colores pegado en el peto del pantalón.

- ¿No te llamarás Daniel verdad? - pregunté con cara de asombro.
- Pues sí, me llamo Daniel, y alzó las cejas como interrogando.
- Es que yo... bueno yo... yo soy aquella señora que te regaló el beso.

Nos quedamos mudos mirándonos. Al cabo de unos segundos el chico me dijo:
- Casi no puedo creerlo.
- Así es, estas son las casualidades o causalidades que marcan en la vida.
- ¿Qué tendrían aquellos besos que acababan hasta con un dolor de cabeza?  -dijo riendo.
- Eso era sugestión infantil.
- Claro, pero estaba tan convencido...

En ese momento apareció mi amiga y me despedí de él cariñosamente.

Como me había comentado, al comienzo de nuestra conversación, que él solía venir por el parque muy a menudo pues vivía cerca, le dije cuando me marchaba.

- Otro día te explicaré cómo son y de que están hechos los besos sevillanos.
- ¡Por favor!, no lo deje para otro día después de tantos años.
Entonces abrí mi bolso, y rebusque, entre los folios que llevaba, unos cuantos que tenía escritos. Tiré de uno de ellos y doblándolo a la mitad se lo puse en la mano.

El chico soltó nuevamente los libros en el banco y se sentó. Tomó el folio, lo desdobló y comenzó a leer.

Cerca de la puerta de salida, miré hacia el banco, desde allí me envió un beso con la mano. Una ligera brisa me trajo aromas diferentes, mientras el sol atravesaba los sauces del parque con un brillo especial esa tarde.

Seguro que estaréis preguntándoos qué decía en aquel papel. Sólo eran unas letras explicando los ingredientes de los besos sevillanos.

Si queréis os paso la receta.

RECETA DE LOS BESOS SEVILLANOS

¿Pues como te explicaría que son?.....

Los besos sevillanos tienen una mezcla de aromas.

Azahar, romero, jazmines, geranios, claveles, rosas, albahaca y dama de noche.
Son frescos como la brisa del amanecer a orillas del río.
Ardientes como los rayos del sol en los días estivales.
Poseen el misterio de un anochecer del barrio de Santa Cruz.
La alegría del barrio de Triana.
Dulces como el baile de los Seises.
Bellos como la Plaza de España.
Majestuosos como la Giralda, y caudalosos como el río Guadalquivir.

Lo primordial es que todos estos ingredientes, tienen que ir muy bien mezclados, y esta mezcla sólo puede hacerse en el fondo de un corazón limpio de mezquindades, grande y generoso.

Efectos secundarios: Puede crear adición.

La rehabilitación luego es muy difícil y lenta.


Marila.

 

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