SUSPIROS

Se deslizan suavemente, como queriendo acaparar todo el silencio de la noche, de una noche larga y estéril que pasa dejando cercos violetas en la mirada.

Lastiman las voces demasiado cercas de cada segundo, que han ido pegándose a la piel, haciendo surcos concéntricos que rebosan al llegar el alba.

El vientre, a pesar de tantos años vacío, aún conserva el sabor dulce de las nanas.

Duérmete mi niño, duerme.

Que viene la vida arrastrando sus miserias, y no entiende de niños grandes, ni de ojos llenos de esperanzas, que no sabe de pellizcos en el alma, ni de golpes a destiempo.

Duérmete mi niño, duerme.

   

 

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DERRAPÓ

Derrapó. Había alcanzado una velocidad demasiado vertiginosa, volaba hacia un final confuso, que no se vislumbraba en ningún horizonte.

Creyó que tenía veinte años aún, y se dejó llevar; remontó las nubes subida en esa cometa de colores que iba elevando el viento que soplaba con prisas, y, allí arriba, volvió a vivir sensaciones casi olvidadas.
Confiada, - como se acuna el niño en el regazo materno, como el perro a los pies de su amo, espera su caricia -.

Se vistió con aquella falda vaporosa, estampada con miles de ilusiones quinceañeras.
Su pecho estallaba dentro de la blusa roja, repleta con la pasión de sus 35,
y con aquel echarpe bordado con el amor sereno de años después,
cubriendo sus hombros.

Unas vueltas en el aire… y la estrepitosa caída al vacío:
la cruenta realidad del anverso de un cristal opaco.
Quizás, serían sus muchos años ya…


**************


Sentada en la puerta de su casa, pacientemente ha esperado unos años
hasta ver pasar el cadáver de su verdugo.

Nadie pronuncia su nombre con el respeto, admiración, y hasta envidia, de años atrás.

Tampoco le sirven ya sus tarjetas de crédito, que en otro tiempo le abrió tantas puertas
de “ocupado”, “completo” o “no hay billetes”.

Ella mira el escaso cortejo. En sus ojos no hay tristeza, ni siquiera una leve lágrima.
Una sonrisa irónica, revestida de venganza, pone luz en sus pupilas.

Sólo en su interior, muy en el fondo, bailotea una frase convertida en pensamiento: Fue bonito mientras duró.

Abre su abanico, y se echa aire con ímpetu, tratando de hacer volar unos recuerdos inoportunos.

 

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¿POR QUÉ?

Tropiezo, sin previo aviso, con un manojo de contrariedades que se precipitan sobre mi estabilidad emocional.

El silencio, cómplice indirecto, fomenta su expansión, y estas se agrandan más
y más hasta cubrir por completo la mente.

De nada valen las inútiles brazadas para mantenerte a flote: sientes que te hundes, la corriente impetuosa te va arrastrando poco a poco y deja tu cuerpo desnudo
y a merced de las olas.

Hay sonidos confusos que nadie parece oír, mientras horribles máscaras danzan en un baile demoníaco arañando tus pupilas.

Los monstruos salidos de imaginarias cavernas te aprisionan con sus largos tentáculos hasta ahogarte.

Llueve, a pesar del sol, a pesar de un cielo azul total; llueven lastimosas desidias e inapetencias que no te nutren ni llevan a ninguna parte.

A mi alrededor se ha hecho noche.

Y otra vez suenan las campanadas de un reloj lejano, marcando las horas de nada.

Marila

*************************

 

 

 



 

 

Yo conozco el silencio que no siempre es sinónimo de paz, más bien de muerte,
de desconsuelo, de amargura, de dolor, de impotencia..

Yo vengo de ese silencio y de ese silencio me escapo cada vez que miro el cielo azul,
allí arriba; el mar inmenso, a mis pies; la sonrisa de los niños, alrededor; la mano amiga, tendida hacia mí; el amor, guiñándome por las esquinas de este otoño que se niega ser principio de frío sino antesala de la primavera.

Vuelapluma de Marisa
 

 

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ATARAXIA 
 

Bajó sus ojos, y su vista de derramó sobre la cruenta realidad.
De nada servían en esos momentos sus "lo siento".

Ante ella, estaban esparcidos los restos de aquel sentimiento que levantara sobre una cimentación, que en principio creyó consistente, pero había resultado tan frágil que se había desmoronado, había sucumbido a la tempestad de la primera tormenta.

¿Qué él se había ido?

Quiso gritar, pero optó por quedarse muda.

Fue entonces cuando se miró por dentro, sopesó pros y contras y,
decidió que nada debía perturbar su existencia.

No merecería la pena un desasosiego.

Entre aquellos escombros, que parecían querer demoler su vida,
ella se levantaría serena, se pintaría una sonrisa de "no me importa" 
y se daría nuevo aire con un abanico de futuro.

Dijo un adiós como si fuera un: hasta luego, y cruzó "el momento" de puntillas
para no despertar la rabia y el despecho que dormían juntos.

Atrás quedarían los restos del naufragio, pero había que seguir hacia delante, y sin correr el riesgo de convertirse en estatua de sal.

Lo importante es que el sol volverá a salir mañana.
 

 

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U

 

 

UN DÍA DESAFINADO
 

Amanece un desafinado día:
el arco se balancea tenaz sobre las horas,
pretende arrancar una melodía que no llega,
dejando sólo un estridente sonido gris apagado. 

El pentagrama del amanecer
se emborrona ante la incesante lluvia de sus ojos.

Las manos del alba se muestran indecisas,
y el sol no consigue el anhelante allegro.

Apenas ha logrado un Sol en La menor...

 

 

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LA VUELTA

Después de un leve zarandeo, me encontré aterrizando en el aeropuerto de lo cotidiano.

Rebusco en el fondo de mi equipaje, el reloj que empezará nuevamente a marcar las horas de... levantarte, trabajar, comer, dormir. ¡Que horror! Volver a tener  que respirar con las esposas puestas.

Se acabaron las plácidas mañanas a la orilla del mar, leyendo sin prisas, saboreando las líneas, mientras esa música celestial para mi,  del ir y venir de las olas pone un marco ideal a mi lectura. Ya no habrá más puestas de sol que vistan de sangre y oro mi semblante, que me traiga desde el horizonte la estela  que ilumina los ojos dando una dimensión diferente a mis sueños.
El disfrute de atrapar un puñado de arena y ver como se escapa entre los dedos poco a poco, igual que se han ido escapando estos días, despacio, casi sin darte cuenta.

He mantenido grandes charlas con las caracolas,  he bajado al fondo del mar con las sirenas y he volado incansable con las gaviotas.

La luz del faro, siempre vigilante,  me saludaba cada noche, mientras, tendida sobre la cálida arena, mirando el cielo, recuento las estrellas que traviesas y cómplices de mis secretos me guiñan una y otra vez.
Alguna más osada, emprende una veloz carrera y se pierde allá en el infinito, entonces me apresuro a formular un deseo con la esperanza de verlo hecho realidad.

Se acabó también abrir los ojos cada mañana, estirar las ideas, no tener que sopesar el momento del salto, no había prisas, no había  problemas, la red estaba extendida.

No me queda más remedio que salir de mis playeras y volver a enfundar mi vida en los zapatos del ir y venir para empezar las carreras del llegar a tiempo.

Sólo una compensación a la vuelta:

Volveré a cruzarme con tus ojos cada mañana, tropezaré en silencio con esa mirada que llevo cosida en el corazón,  sin que tú, ni siquiera lo sospeches.

¡Ya es algo!

 

 

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BATALLA PERDIDA

Se viste de serenidad,
esquiva las aristas de la mente,
las que fisuran tantas veces los recuerdos.

Brota la espuma putrefacta del odio
que, poco a poco, diluye las sonrisas.

Los goznes de la puerta chirrían una vez más.

La experiencia eriza las orejas,
se pone en guardia y afila sus uñas,
olfatea desconfiada cada silencio.

Alerta roja.

Comienza la batalla:

El "ceder" lucha frente al "no quiero".
Más no tiene bandera definida,
¿o la tiene y duda a estas alturas en tomar partido?

Aún, con ases en la mano, repliega el ataque.

El enemigo se crece, ataca,  provoca, avasalla.

Lucha desigual.

¿Hasta cuándo?

Otra batalla más que pierde.

Abatida, con las heridas sangrantes,
las pupilas derramando su impotencia,
mientras, la noche ilumina resquemores,
y el rencor se crece inútilmente.

Toque de queda.

Silencio.

Bueno... perder una batalla no es perder la guerra.

 

 

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EROS

EROS


Recuesto mi cabeza sobre tu pecho y tu lengua se multiplica sobre mi piel.

Desde tus ojos a los míos saltan descargas que me provocan un temblor incontrolado.

Me excita ese paseo de tus manos sabedoras de mis rincones ocultos,
y después… el galope desenfrenado me anuncia que está cerca la culminación y el éxtasis.

Estallan mil estrellas en dos cuerpos que se cruzan y buscan juntos un vuelo en las alturas.

Entre tu boca y la mía, el aire se hace ausencia, mientras paladean la miel de los deseos.

 

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EL FUNÁMBULO

A duras penas logra guardar el equilibrio sobre la cuerda floja del día a día.
Se obliga, hace un esfuerzo titánico para llegar al final de las horas.

Debajo del disfraz esconde otra vida, en ella se han ido amontonando heridas de grises y ocres, que se recopilan formando una montaña insalvable.

Siempre se derraman sus ojos, siempre su memoria se empapa de senderos sin final, pero debe prepararse para la función.

Nadie tiene por qué saber, nadie tiene por qué ver más que al titiritero.

Odia las miradas y las frases vestidas de lástimas.

Como el payaso, oculta su semblante tras el maquillaje, va remendando los jirones,
pega una alegría inexistente en sus ojos y cuelga una amplia sonrisa en sus labios;
luego se envuelve en una vistosa capa de ganas de vivir.

Cuando sale a la pista, no hay quien pueda vislumbrar su interior. Volatinero del aire que, para hacer reír, desafía la gravedad con mil piruetas.

Por fin ha logrado remontar el momento un día más, vuelve a cubrirse con su capa y baja ágilmente. Los aplausos no le nublan la mente.

Inclina la cabeza y saluda; luego se desliza veloz a su camerino, antes que las lágrimas de sus ojos desluzcan el maquillaje.

Ninguno dirá que ha visto la muerte pegada en su alma.

 

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E M P A R E D A N D O   M I S E R I A S

Uno, dos, tres... así, todos en fila, muy alineados de un extremo a otro.
Una fila, otra debajo, y otra y otra, hasta el suelo.

Azulejos blancos para ocultar la fealdad del enfoscado.

Blanco, como el color de la mente cuando no recuerdas nada; blanco que es la ausencia de color, ¿o es el negro el de la ausencia? Blanco, que es también el color que publicitan los detergentes después de los lavados.

En fin, que decidí fueran blancos, y como era yo quien los ponía, pues me dio la gana de elegir ese color y no otro, que además del azul, es mi color preferido.

Allí, detrás de ellos, había emparedado las vivencias nefastas y los malos momentos.

Sé perfectamente qué hay detrás de cada uno.

¿Ves aquel de la tercera fila? ¿El quinto por la derecha, que tiene una esquina mellada?, 
pues  allí, justo allí detrás, está la frustración más grande de mi vida; casi no cabía, tuve que estrujarla y aplastarla para poder colocar el azulejo delante.

La fila cinco, empezando por el techo, está reservada a las mentiras. ¡Ufff hay tantas!:
mentiras de amores, de amistades, laborales, incluso las familiares.
En la fila debajo de ésta puse las disculpas increíbles, aunque, la verdad, no hay muchas.

En el extremo izquierdo, y perpendicularmente, he dejado enterrados los desengaños,
y también hay más de los que quisiera.

A la derecha, y formando un rectángulo, coloqué los adioses.
Están separados los de los seres que se fueron, que también te pinchan por dentro,
de aquellos otros que te dijeron adiós así por las buenas; nada tienen que ver unos con otros,
ni el daño es parecido.
Estos últimos los coloqué junto a las traiciones; no sé por qué se me asemejan algo,
¿serán de la misma familia?

En la última fila, la que está pegando al suelo, dejé, con sumo placer, los insultos:
los hay grandes, tontos, punzantes, y algunos, inadmisibles, pero allí los amontoné sin el menor reparo y, mucho menos, remordimiento cualquiera de conciencia.
Y me quedé como perro que le quitan pulgas.

Y es que me estaban estorbando todas estas cosas, siempre tropezando con ellas, siempre espoleando en mi interior, siempre delante de las sonrisas y provocando constantemente mis depósitos lacrimales.

¡Ah!, y he tirado los clínex, pues ya no voy a necesitarlos.

Aunque ahora que me fijo… demasiado grande ha quedado este testero, grande y soso.

Tengo que pensar en colgar algo que armonice un poco, que no se vea tan desnudo.

Y pensando, pensando… podría colgar… ummm, ¡ya está!
Voy a poner mi colección de amistades, seguro que quedarán preciosas ahí
y le darán un colorido especial a la blanca palidez.
Eso sí, esperaré a analizarlas concienzudamente, no sea que me equivoque con alguna;
con estas cosas hay que andar con mucho cuidado y saber distinguir las reales de las falsas.
 

 

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SALPICADURAS

A veces, las frases te salpican los oídos aunque los lleves resguardados con tapones de indiferencia.

Siempre se cuelan a través de la urdimbre de la piel, dejando una mancha en el interior,
difícil de limpiar.

Intentas apartar el corazón para que no le afecte, para que los sentimientos no pierdan el apresto,
pero están tan cerca unos de otros que difícilmente logras  mantenerlos ilesos, incólumes.

Tampoco sirve de nada el impermeable de: "a palabras necias, oídos sordos", ni el paraguas de
"no tiene importancia".

Por ley, debería ser obligatorio contar hasta diez antes de proferirlas; más en el cerebro se dispara el resorte automático que pone en funcionamiento la idea; el pensamiento da paso al mecanismo que impulsa el movimiento a las cuerdas vocales, y soltamos una frase inadecuada, hiriente, mordaz, humillante…

De nada valen después los consabidos "lo siento", "no creí”, “no pensé", "no quería", ni hay vuelta atrás.

No existen detergentes maravillosos, ni la bayeta mágica le devolverá el brillo.

Esa  lengua y su conjunto pasan a ser una prenda que sólo te servirá, como mucho, para andar por casa y de la que nunca más, te sentirás orgullosa de llevar puesta.

Si pensásemos aquello que queremos decir y no dijésemos nada sin pensar.

Igual, hasta sirve eso de: uno, dos, tres, cuatro, cinco...
 

 

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IMPOSIBLES

Deseo insatisfecho en el aire,
sueño irrealizable que te oprime la mente.

Hay una línea incrustada que separa dos vidas,
y un muro levantado con imposibles eternos.

Juega cuanto quieras con tu quimera,
vístela de colores secretos, sólo para ti,
pero, no pretendas cambiar las rutas establecidas,
caminos marcados en el tiempo.

- No giran hacia atrás las manecillas del reloj.-

Se tú,
acepta las realidades,
pinta una sonrisa en tus ojos
y sácale zumo dulce al día a día.

 

 

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AL ESPEJO

Crees que eres mejor que yo?

¿Más bella y hermosa tu imagen?

Estás convencido que vales más, quizás por tu marco plateado que comparas con el mío, siempre lleno de papelotes, prisas y desordenes.

Pero no, no vales más, eres igual que tantos otros, y tampoco es más bello tu rostro que el de cualquiera que se ponga ante ti.

Puede, eso sí, que te preceda y me vaya antes que tu, pero no será por tu fortaleza, será simple y llanamente porque yo tengo un alma y tu careces de sentimientos.

Porque soy inquieta, y tú, siempre estás recostado en la ociosidad.

Porque la apatía e indolencia en la que vives, no desgasta ni envejece.

En las sombras no eres nada.

 

 

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DISECCIÓN

Me gustaría diseccionar ese órgano que todos poseen, y que dicen es:
donde se guardan los sentimientos, y ver si el tuyo posee las dos
aurículas y los dos ventrículos como todos, si es que la depuradora
no funciona correctamente y la sangre que fluye y llega hasta tu cerebro,
está tan sucia, que permite concebir ideas horribles.
¿Qué es lo que mueve tu mano asesina?
¿Qué impide el menor atisbo de cualquier sentimiento noble?

Hay quien penará aún por ti.
Yo, renegaría del engendro de tal calaña.

Y quedan unos ojos, que te mirarán cualquier día con una pregunta,
y tú, inventarás una historia, tratando de justificar lo injustificable,
tratando de limpiar tus manos de sangre, quizás fuerces con ellas
un remedo de caricias, que repugnarán.

Todavía habrá quien diga que estás loco; siempre dicen que está loco
el desalmado asesino que acaba con la vida de seres inocentes.
¿Qué derecho tenías? ¿Qué derecho tiene nadie?

No, no soy partidaria de la pena de muerte, eso sería poco, sería
terminar con un castigo que debería durar eternamente.

Cada vez que mires, porque saldrás demasiado pronto, a pesar de ser
una fiera peligrosa que debería estar enjaulada de por vida, saldrás,
y te encontrarás alguna vez frente a frente, esos ojos que son frutos
de tu sangre y de su sangre, esa sangre que tú, impunemente has derramado.

¿Sentirás algo dentro de ti?
Hasta pensarás que son injustos si te escupen a la cara.
Tú, que los has condenado apenas recién nacidos a la vida.

¡Maldito seas, maldito!

29-nov.-2004

 

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PALABRAS ÁCIDAS

Tus palabras fueron tornándose ácidas más y más.
Empezaron a colarse por entre los entresijos de la piel, erosionando cada rincón de aquellas sensaciones.
Escocían en las heridas que habían ocasionado el frío y las sinrazones absurdas del día a día.
Ella, acrecentó sus esfuerzos: quiso creer en ti una vez más.

Asida a la tabla de salvación de tus excusas, luchaba inútilmente tratando
de reparar fisuras de una convivencia derrumbada, convertida ya en escombros.

Pero aquellos razonamientos se diluían entre mentiras, y, acabaron en conclusiones grises y vanas.

Cuando ni tan siquiera, un boca a boca fue capaz de arrancar un aliento de vida a un amor agonizante, cuando los cirios del féretro ya ardían alrededor, haciendo el aire denso e irrespirable,
cuando hizo su aparición la irremediable despedida, ya fue demasiado tarde.

Habían sido heridas mortales.

Puso un ajado crisantemo de nostalgia pasada,
escribió un epitafio con el nombre de su verdugo: INCOMPRENSIÓN...
Y dijo adiós.

Después de tanto tiempo, no ha lugar a revisiones.
Ya ha prescrito.
El caso está cerrado.

Marila

 

 

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NOCHE DE PRIMAVERA

El silencio araña el aire esta noche,
noche de aromas de azahar primaverales.

Duele la ausencia de manos cercanas,
de un susurro melodioso en tus oídos,
de un aliento quemando en tu nuca.
Anhelas unos ojos que atrapen tus miradas
y unos brazos que cobijen tus soledades.

Recuentas estrellas indiferentes a las horas,
y te entregas a alguien sin rostro ni nombre,
él, conoces tus más ocultos deseos,
las caricias deseadas, cómo y dónde,
la noche se prolonga y se hace eterna.

Sientes que aún estás viva, estando muerta,
destapas el cofre de recuerdos placenteros,
y mientras derramas los “te quieros” para nadie,
el fantasma del deseo va desapareciendo,
pero olvida arrojar el lastre de los días vacíos.

 

 
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INCAPACITADA

Rebasaste la línea discontinua de mi vida,
invadiendo la calzada de mis sentimientos,
atropellaste impunemente mis deseos,
no me dejabas maniobrar, me impedías pensar,
me llevabas por un camino que yo no quería.

Debiste haber dado marcha atrás,
frenar a fondo en el preciso instante
que mi cariño se puso en color ámbar,
pero tú, seguías y seguías sin vislumbrar el peligro,
mostrando al mundo tu fuerza y tu osadía.

El impacto fue tremendo; yo quedé hecha añicos,
era imposible recomponer aquellos trozos de vida
desangrándose lentamente ante tu mirada.
Ni siquiera en esos instantes hubo en ti
ni un ápice de compasión, ni un atisbo de ternura.

Ahora, incapacitada cruelmente, vago por los días,
inepta para volver a creer en un mañana,
ciega para ver el sol de amaneceres grises,
siempre insegura para caminar de nuevo,
y sin embargo tú, aún te sigues sintiendo la víctima.

 

 
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Y DESPUÉS ME IRÉ

Recogeré uno a uno mis besos,
limpiaré mi piel de tus caricias,
secaré el llanto de mis ojos
y después me iré.

Arrancaré mis flores de esperanzas,
buscaré otros jardines abonados
donde renazcan ilusiones marchitas
y después me iré.

Me iré despacio, lánguidamente
como se mueren las tardes del estío,
como pasa la brisa en primavera,
me iré desnuda y ligera de equipaje.

Dejaré los recuerdos de esos días
esparcidos, rotos por las paredes,
y doblaré la esquina, sin volver la cabeza,
sin mirar atrás, buscando otro horizonte.

Acopiaré mis sonrisas derramadas,
las haré sangrar...
y después me iré.

 

 
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ESPERANDO LA NOCHE

Se diluyen las últimas luces del ocaso.
Torpes manos queriendo detener el día,
intentando apresar un resto de sol que amarrar en sus pupilas,
pero el astro rey va desapareciendo lentamente,
indiferente a la oscuridad que se aproxima.

Nadie le detuvo nunca,
nadie le robó jamás un rayo,
nadie pudo retener una pizca de su luz y guardarla para sí,

¡Es una batalla perdida!

Las sombras van invadiendo el entorno,
tejen su inmenso manto cubriendo los deseos,
arropando sueños y quimeras.
Y cuando llegue la noche…
sabrá que para él, no habrá un nuevo amanecer.
 

 
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FRÍO

Hace frío,
tengo el frío pegado a los huesos.

Ya se fueron,
es igual, el frío estaba ya antes.

Petardos, uno, dos, tres... cientos,
¡qué manía!, son ruidos inútiles.

Alegría disfrazada.
Yo, desnuda, miro sin ver.

No, no quiero recordar nada.
No hay árbol, ni luces, sólo el silencio.

Duelen estos días,
pegan fuerte en la memoria.

Silencio, a veces un lejano villancico
o una risa que araña el pensamiento.

Manos lejanas, vacías, heladas
y sonrisas que se perdieron.

¡Qué lentas pasan las horas!
¿Qué más da? Son horas huecas.

¡Y qué grande es esta casa!
paredes largas decoradas con más silencio.

Quedan pocos días para un año más,
¿o es un año menos?

¿Qué importa un año más o un año menos?
sería distinto si fuera el último.

Una lágrima inoportuna enturbia la mirada,
de todas formas no hay nada que ver.

Es la soledad que crece en estas fechas,
el mundo ajeno a ella se ha disfrazado.

Dic. 2006
 

 

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ADIÓS

Manuel, con la pierna, cerró la puerta tras él, luego dejó el maletín, llaves, monedero, gafas y el móvil sobre la mesa de la entrada.
Mientras avanzaba por el pasillo se fue quitando la chaqueta y la corbata y las soltó encima de una silla del salón. Encendió la televisión y se sentó en el sillón.

-¿Se puede saber dónde coño andas, no te enteras que he llegado?

Le respondió el más absoluto silencio.

Volvió a vociferar:

 -¿Es que en esta casa no se cena esta noche?

Nada.

Cambió nervioso dos o tres veces de canal y se levantó.

Estaba irritándose a cada segundo más y más.

-¿Dónde puñetas estás?- gritaba mientras se dirigía a la cocina.

La cocina estaba a oscuras; encendió la luz y vio sobre la mesa una nota al lado de un plato y el cubierto, en su sitio de siempre.

Esta mujer estará en casa de alguna vecina, ¡como si  la viera!, pensó mientras tomaba el papel en sus manos y se disponía a leerlo.

-A ver que se ha inventado. Sabe de sobra que me gusta comer cuando llego.

Manuel: En el horno tienes tortilla, caliéntala en el microondas si quieres. En la nevera hay ensalada.

Las macetas están regadas y la ropa de la lavadora está tendida pero tendrás que recogerla para que mañana, que le toca venir a la asistenta, te la planche.  No te olvides dejarle el dinero.

La basura ya la he bajado yo.

Acuérdate de poner el despertador en hora para levantarte, yo no estaré para llamarte mañana ni ningún día más.
Adiós. María.

 

 

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FIESTA DE CUMPLEAÑOS.

He preparado una linda fiesta y he recibido una visita inesperada: doña Realidad.

Me ha regalado un gran espejo con un marco patinado de cariño y en el que puedo ver mi figura al completo.
También me ha dicho que siempre está a mi lado, aunque no la vea o no perciba su presencia la mayor parte de las veces.

He visto unos pequeños surcos a ambos lados de sus ojos y un código de barras encima de su labio superior. Me ha hecho notar que en sus cabellos ya no hay algunos insumisos sueltos, que estos han hecho un frente común y están dominando y conquistando cada vez más terreno.

 Su piel no es tan suave y tersa ni sus pechos tan turgentes. Tampoco tiene los andares de ardilla inquieta, y pierde el equilibrio cuando a sus días parecen faltarle horas y a sus horas minutos.

Dijo que le fallaba mucho la memoria, que a su mano temblorosa le costaba trabajo enhebrar los hilos de ilusiones por el ojo del día a día; que ya no puede planchar bien y quitar las arrugas a los sinsabores diarios.

Que, muchas veces, se queda en vuelo rasante cuando pretende remontar hasta las nubes, y a sus comidas, en ocasiones, olvida ponerle el aderezo de ilusiones, metas y nuevos proyectos, y en consecuencia le salen algo sosas de sabor.

 Me contó que tiene un cofre repleto de experiencias y una caja de renuncias llena de "me arrepiento", que el baúl de los recuerdos rebosa de cariños que se fueron, de caricias emotivas, un gran ramo de flores de amistades y un sin fin de sonrisas coleccionables.

En el fondo están las desilusiones, las heridas y los malos momentos, muy en el fondo para no verlas.

Después de agradecerle su visita y su regalo, le he prometido aceptarla en mi intimidad y tenerla por mi amiga el resto de mi tiempo.

Me pondré un sombrero rojo y, cogidas de la mano, nos pasearemos por las anchas avenidas del futuro que nos quede.

Me ha dejado un especiero para aliñar mis ensaladas y aderezar mis guisos diarios, dice que ayuda mucho a digerir las empanadas que te llegan de vez en cuando.

En fin, he apagado las velas del tiempo y he pedido un deseo: Siempre tener amigos que me recuerden la obligación de ser una mujer azul.

 Marila.