EL JARRÓN

Aquel jarrón de rica porcelana había guardado celosamente todos mis secretos durante largos años; en él había ido acumulando suspiros, lágrimas,  ilusiones, risas y sueños.  Lucía en el lugar preferente de mi vitrina y orgullosa lo mostraba siempre a mis visitantes.

De vez en cuando lo sacaba de su lugar y lo volcaba en una mesa, previamente recubierta con un suave paño. Después, con sumo cuidado, iba retirando papeles de seda y celofán, para recrearme contemplando mi tesoro.

Aquel día, alguien había dejado caer una frase, tropecé en ella y rodé por el suelo. Al suelo fue también a parar mi jarrón con todo su contenido, roto en mil pedazos.

Los suspiros, tan volátiles ellos, se disiparon en un instante.

Las lágrimas, como cuentas de un collar, fueron aminorando sus rebotes hasta terminar rodando y perdiéndose debajo de los muebles.

Las ilusiones, con sus alas de mil colores, se escaparon volando por las ventanas de las realidades.

Las risas cantarinas y risueñas se quebraron, y de ellas sólo quedaron pequeños trocitos de muecas, apenas sonrientes.

Busqué ávida los diminutos botecitos donde había guardado mis sueños, cada uno etiquetado con su nombre.  También se habían roto, y estaban derramados y esparcidos por el pavimento.

Tomé entre mis manos los trozos más grandes del jarrón, pensando en un buen adhesivo y mi maestría para recomponer, pero era inútil, por mucho empeño que pusiera sería imposible devolver, ni siquiera parecida, su apariencia original.

Las lágrimas empezaron a deslizarse lentamente por mis mejillas, hice ademán de recogerlas, pero, ¿para qué?, ya no tenía donde guardarlas, así que las dejé seguir su curso tranquilamente.

Buscaría otro jarrón aunque no fuese tan hermoso y volvería a empezar de nuevo mis colecciones.

De momento, lo más urgente era olvidar el pasado y empezar de cero. Para ello, cuanto antes me quitara de delante de ojos los añicos de mis sentimientos, mejor.

Me levanté decidida y fui en busca de una escoba.

 

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EL PODER DE UNA SONRISA

No pude impedir que la nostalgia floreciera en la enredadera de mi vida.

Mientras, los pensamientos volaron alto, muy alto, hasta remontar las nubes, y allí se quedaron quietecitos, observando fijamente los sueños inalcanzables que siempre se habían escondido entre algodones blancos.

Los recuerdos corrieron por el camino zigzagueante del pasado, querían detenerse en alguna caricia, en alguna mirada dulce, que no encontraban.

Y yo, allí agazapada, encogida y asustada ante aquel castillo tremendamente negro y tenebroso, en el que se habían convertido mis realidades.

En ese momento, con su paso inseguro y titubeante, se acercó hasta mí Ana.

Ana era mi vecinita de apenas seis años, con sus endebles piernas enfundadas entre barras de metal para sostenerse en pie.

Se acercó, me tomó la mano y me regaló una sonrisa tal, que hasta entonces, no reparé en que el sol había salido.

Mi pequeña hada madrina acababa de convertir el funesto castillo en un lindo palacio, y el asfalto en el más bello de los jardines.

Es el mágico poder que posee la sonrisa de un niño.

 

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ESPERO

Un hilo invisible lleva mis sentimientos hasta ti:
incansables mariposas mueven sus alas de sueños e ilusiones.

Desde el ocaso hasta el alba,
desde que nace el sol, hasta que muere el día, 
revolotean a tu alrededor, 
beben tus susurros, 
se acoplan a tus pasos, 
y tú, indiferente... 
ni siquiera has reparado en ellos, 
mientras muero cada vez un poco más.

La vida pasa lentamente, 
absorbe el aire, 
destila mañanas, matizadas de gris, 
pule tus ausencias, 
y sutura las grietas de mis labios. 

Y yo, aguardo firme paladeando la miel de la esperanza. 

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IRRESPOSABILIDAD LABORAL

Cada día estoy más convencida de la falta de responsabilidad que
existe en todas partes, en cualquier gremio, en cualquier estatus social.

Aunque no he tomado la alternativa, me veo obligada a capotear cada
día esta carencia para no irritarme más de la cuenta, pero es que a
veces llegan a exasperarme, y si te afectan directamente, ¡no digamos!

Entiendo muy bien, porque ¡miren ustedes! Por casualidad una es
bastante comprensiva, y una también es muy consciente que todo el
mundo tiene derecho a disfrutar unas vacaciones, que casi todos,
preferimos el tiempo estival para ello, pero una cosa son vacaciones y
otra es la cara tan dura que tienen algunos para pasarse todo el
verano sin dar ni golpe.

¿Que hace calor? Pues sí, en esta bendita tierra hace mucho calor
durante el verano... pero para todos, ¡eh!

No soy exigente, no les obligo con ningún horario, pueden hacer su
cometido con una libertad que ya quisiera yo tener para mi, ¡pero
señores! hagan ustedes turnos, que eso es lo que hacemos en mi
trabajo para que el servicio siempre quede cubierto.
¡Pero no!, ellos se marcharon todos juntos, sin importarles lo más
mínimo dejarme sola y desasistida.

Y pasó junio, y pasó julio, y agosto y ellos sin aparecer; está
terminando septiembre y nada, ni una llamada, ni siquiera una leve
señal de humo para interesarse de si los necesito o no.
Y es que hay cosas que no se pueden realizar sola, si no, a buenas
horas iba yo a estar pendiente de sus regresos. Ellos lo saben, ¡claro que lo saben, ¿querrán acabar con mi paciencia y hundirme? A veces
pienso que es lo que andan buscando, ladinamente.

He puesto una solicitud en la prensa para contratar nuevo personal,
pero hasta la fecha no ha contestado nadie.

Luego, cualquier día, se presentarán sin previo aviso y una que es muy
sentida y que en el fondo les tiene aprecio, les disculpará y como si
no hubiera pasado nada.
Entonces me llenarán la cabeza, y a punto de estallar por el colapso,
tendré que hacer horas nocturnas, ¡que esa es otra!, las horas
preferidas para ellos, son precisamente las madrugadas, ¡serán cabrones!

Y pensando, pensando, digo yo que igual a ustedes les sobra alguno y
me lo pueden ceder.
Total un muso más o menos no debe notarse mucho y a mí me harían
ustedes un gran favor.


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LA ROSA TRISTE

Cada día se viste con un color diferente,
roba reflejos al arco-iris mientras piensa,
que hoy, sí se fijará en ella.

Se baña con el más subyugante de los perfumes
y repasa minuciosamente la suavidad de sus pétalos.

Sueña en la negra boca de la noche,
que ese día la verá, que al fin  se dará  cuenta que existe,
y le regalará una sonrisa,
mientras con sumo cuidado la tomará en sus manos y se la llevará con él.

Pero tú, orgulloso y engreído jardinero,
pasas indiferente por su lado,
nunca reparas que está allí esperando,
y cortas otras flores que encuentras más dignas y merecedoras,
para formar parte del ramo de tu florero.

Y ella se desilusiona, sé deshoja un poco más,
queda llorando con las gotas de rocío que no hacen discriminaciones.

Avienta al aire la humillación, que día a día estruja sus sentimientos,
y se queda quieta, muy quieta, erguida en su verde tallo,
mientras medita: cualquier amanecer, dejaré de ser rosa,
me cubriré de espinas y me convertiré en un cactus.


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LLANTO DE OTOÑO

Las estrellas cierran sus ojos,
no quieren ver el llanto otoñal de los árboles.

El viento remueve sus lágrimas de color ocre, 
las esconde con las mías 
para que nadie pueda encontrarlas.

Por el camino que lleva al riachuelo 
al compás de mis pasos, 
se oye la canción ilusionada de sus aguas 
mezclada con quejidos,
también lloran los olmos, sauces y eucaliptos.

¿Se duelen de las pisadas?
¡No importa!, me gusta su sonido.
Aplasto mis desilusiones al mismo tiempo,
también ellas se quejan,
se quejan y sueltan sus lágrimas rotas.

Cuando esté próxima la primavera
cesarán sus llantos y sacarán brotes verdes.
Quizás dentro, muy dentro, 
también me brote una nueva ilusión.

Sólo queda esperar, 
esperar que pase el otoño. 
Mientras: las estrellas seguirán con sus ojos cerrados.


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ME ACUSO SEÑOR...

Me acuso Señor:..
de dejar revolotear a mí alrededor, el pájaro de la vanidad,
de dudar un instante en dejarlo anidar en mi jardín.

De sentirme flor de un hermoso ramo de amistad,
yo, una insignificante florecilla.

Me acuso Señor...
De no escuchar atenta todas las palabras, 
y cambiarlas a ratos por melodías de violines mágicos.
reemplazar sus caras personales, por las de ángeles celestiales.

Me acuso Señor...
De haber recibido, quizás, mucho más de lo que he dado,
De inflar el corazón tanto y tanto, que sentí que me estallaba,
De haber visto el espíritu volador, de los ausentes.
De no controlar debidamente, las insurrectas lágrimas.
De tener los brazos cortos y no poder fundirlos a todos, en un gran abrazo.
De mi egoísmo, por querer retenerlos más tiempo a mi lado.

Me acuso Señor...
De no poder soportar hoy tanto silencio.


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UNA CITA

Ya me he cansado de oír opiniones de ineptos opinantes,
Ya me cansé de la disputa de los galgos y podencos,
cuando, en realidad, galgos y podencos van tras la misma liebre.

El corazón necesita un respiro, que son muchos los ahogos que soporta,
muchas las imágenes que nos nublan el sol, que nos oscurecen el día,
Así que hoy me he propuesto una cura de ilusiones.

He sacado de mi alma-ropero, los mejores vestidos de sueños y he paseado las calles que gritan esperanzas.

Acudiendo puntual a su cita cada año, están ahí esos botones blancos reventando, van abriendo poco a poco ante los ojos de nadie; algunos, los más atrevidos, lucen ya sus galas, vanidosos como quinceañeras de estreno en domingo de ramos; otros se esconden vergonzosos tras el verde y expanden generosamente su regalo que llega a las placitas más recónditas, atraviesan  las calles, pasean por el río, cruzan la muralla de eterna polución.

Y yo, convaleciente de tantas recientes heridas, necesito respirar, untar con un poco de bálsamo tanta cicatriz.

Así qué, ¡por favor!: no me hablen más de galgos y podencos, que hoy tengo una cita importante, hoy he quedado con la primavera.


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PENSAMIENTO 
(Después de la tormenta)

Las palabras, a veces, son dardos envenenados que pueden hacer mucho daño. Tienen fuerza para levantar a alguien subiéndolo al podium, y poder para destrozarlo y hundirlo. El diálogo es el comienzo de la paz.

Tus palabras cayeron sobre mí como tormenta de granizo,
horadando profundos agujeros en mis sentimientos.
No me sorprendió, no, 
los grandes nubarrones negros habían vaticinado su llegada, 
pero, siempre esperas ingenuamente, que pase de largo, 
que descargue su ímpetu en otra parte y no te llegue al alma.

Una vez más no ha sido así, 
una vez más, los cristales hirientes me han abierto surcos,
me han hecho pensar: ¿merecerá la pena?

Siempre alguien alrededor vitorea tus desacertados chaparrones,
y yo me siento débil e impotente para hacerlos frente,
sabiendo de antemano, que es una batalla perdida.

No me gustan los cambios de camisas,
ni los “te quieros” basados en margaritas deshojadas,
ni decir SI, cuando por dentro piensas que es NO.

Pero sigo confiada pensando...
que el sol sale cada día,
que el cielo sigue siendo azul,
que el corazón es algo más que un órgano que bombea la sangre,
que el amor puede salvar el mundo.
Mientras haya personas como tú y como yo,
que aún creen en la amistad.


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SOLEDADES

Las paredes, de un color a nada, se alargan y alargan hasta hacerse infinitas, mientras, los pasillos se multiplican convirtiéndose en laberintos donde me pierdo sin encontrar la salida.

El teléfono permanece mudo, lo miro una y otra vez con ojos solícitos, pero hace caso omiso a mi ruego. Me exaspera y acabo gritándole:  ¡suena maldito, suena!, y en mis adentros suplico: ¡suena, aunque sea una llamada equivocada!

Desde el centro de la mesa, un jarrón con flores secas, como mis días, me mira fijamente:  ¿y tú qué miras? - le increpo -, ¡si al menos dijeras algo!

El único que parece darse levemente cuenta de mi situación es Roky; mueve su rabo sin cesar y se ha recorrido, tras de mi, los mismos kilómetros que yo he hecho deambulando de una estancia a otra.

Es tarde, apenas sin ganas pongo sobre una bandeja un cubierto y un plato con un filete. La cuchara, con su único ojo hueco me mira, se está preguntando para qué la he colocado allí, mientras me devuelve una imagen ovalada de mi pánfila cara.

Roky sigue moviendo su rabo, no sé si me quiere decir que empiece a comer o que le guarde un poco, y ante mi desgana, acabo por regalarle mi cena.

En el reloj de una torre lejana, suenan doce campanadas. Es la hora de los arrumacos, de las caricias, de las risas, de las complicidades.

Es la hora también en la que mi soledad se hace más acuciante, más patente.


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TE PODRÍA DECIR

Podría decirte que voy a cambiar...

Prometerte que nunca más volveré a volar entre las nubes mientras tú chapoteas por el fango, que en las madrugadas no hablaré con las estrellas,
ni bailaré con las olas de las playas.

Me vestiría con un traje de fina hipocresía, que no traspasen las caricias de la brisa, conjuntado con un chal de vanas apariencias. Así nunca volverás a avergonzarte de mi desnudez.

Unas gafas opacas para no saber del rojo de la sangre, ni del brillo del sol, ni del azul del cielo; al hombro colgado un gran bolso de oportunidades, a juego con zapatos de conveniencias con un lustrado brillo de correcto.

Un sombrero insensible muy calado, para no oír el murmullo del viento,
ni los llantos, ni las risas de los niños, ni la melodía de un violín enamorado.

Pondré cadenas a este loco e insensato corazón, que le impida vibrar con puestas de sol y amaneceres, y así nunca vuelva a escapar persiguiendo emociones. Tiraré mi romántico manto a la basura.

Miraría tu ombligo perdido en vanidades, mientras aplaudo tus soberbias salidas de tono, asegurando al mismo tiempo que tú nunca te equivocas.

Me miraría en tu espejo y te querría, como tú me has enseñado:
sin mojarme.

Sólo una aclaración: Esa no seré yo.


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HOMENAJE A SERRAT

Tu voz fue la espoleta que disparaba mi rebeldía de entonces, mi rabia impotente por aquel español llamado Manuel que tenía una casa de barro y caña.
Exprimía lunas al son de nanas de cebolla, que recreaban mis recuerdos en un patio de Sevilla, cuando tenía que estar en casa poco antes que dieran las diez.
Lloré escuchando saetas al Cristo de los gitanos, disfruté con el titiritero y me equivoqué como la paloma, infinidad de veces.

Luego llegaron las ilusiones, los amores, las baladas... tu voz me explicó qué era el amor, me enseñó a amar el Mediterráneo sin tenerlo cerca, a darle valor a esas pequeñas cosas, en aquellos días que decía mi padre, tenía demasiados huesos.

La vida sigue y vas haciendo caminos al andar, y llega el momento de irte lejos de casa y sufres las frustraciones de amores no correspondidos como las de Curro el Palmo; es cuando la llama de la fe se apaga y tienes que hacer esfuerzos para pensar cada mañana, que hoy puede ser un gran día, convencida de que el amor y la felicidad eran sólo una utopía.
Y llega abril, y te creas sombras de la china para que al corazón se le alegre la mirada.

Luego, más tarde, te dominan por un tiempo, esos locos bajitos y no le haces tanto caso a esos recuerdos que suelen contar mentiras.

Tú sabes que el Sur también existe y, como cada loco con su tema, a mí me dio por engancharme a tu voz, esa voz que me acompañó cuando estuve loca, que me empujó a tomar lápiz y un papel tantas veces, cuando no hacía otra cosa que pensar en ti, cuando escuchando tu balada de otoño escribí mi primer poema...

Es caprichoso el azar, señala caminos a unos y otros sin querer, así que date prisa, vuelve pronto, porque ¿qué voy a hacer sin ti?

oct-2004


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EN CUALQUIER LUGAR

En cualquier lugar y a cualquier hora, alguien se marcha sin poder decir adiós,
en cualquier lugar y a cualquier hora, alguien está llorando.

La rabia enciende la sangre en las venas, contempla impotente los colmillos afilados de la maldad.

Los principios se resquebrajan y escapan a esconderse, se ocultan entre las cortinas de negras realidades, danzan alrededor con bailes demoníacos para olvidar las enseñazas mamadas.

Alguien, que cree aún que sí es posible, detiene la gota que haría rebosar el vaso, ese vaso modelado con paciencia arcillosa y que se ha ido llenando poco a poco, día a día.

Quizás hoy lo consiga, pero mi odio se expande como el humo,
se crece en cada amanecer.

Mañana...
En cualquier lugar y a cualquier hora,
alguien volverá a marcharse sin poder decir adiós.


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RESURGIR

Es para mí, completamente imprescindible que te desnudes antes de mirar mis ojos, es necesario que te despojes de esa túnica de nazareno penitente que llevas eternamente puesta, dejes tu cruz hueca de plástico junto a la mía de maciza madera y empecemos después el análisis de la aparatosa travesía.

Yo haré un acto de contrición y arrepentimiento y me acusaré de haber esperado ridículamente que saliesen mariposas de capullos vanos, de haber creído que después de las tormentas volvería a salir el sol y tras las horrendas tempestades, llegaría la calma.

Y, tontamente escuchaba los cantos de sirenas, mientras esperaba envuelta en verdes esperanzas de algas silenciosas que mojaban mis pies sobre la arena.

Cada día ansiaba un sol que no llegaba, y vivía el cuento donde sólo existían brujas y vampiros.

¡Rema, rema!, me gritaban voces que salían de no sé dónde. Y yo remaba y remaba incansable, sin lograr moverme ni salir del remolino.

Apostaba por un final que nunca vislumbraba, y así, poco a poco mi nave fue haciendo aguas, antes, mucho antes de alcanzar la orilla.

Pero yo, seguía buscando ansiosa un cielo azul que me alejara de aquel gris-noche-eterna en el que respiraba.

Y me metí mar adentro, sin saber dónde, cómo y cuánto aguantaría.

No, no era un paraíso aquella isla, intuí que los paraísos no existían. Pero el cielo era azul y el sol brillaba y el mar desde su calma me atraía, las palmeras me regalaban su sombra, había gaviotas, flores, risas...

¿La culpa? La culpa no fue mía ni fue tuya, quizás los dos tuvimos parte en ella. Yo por dejar que se apagara el fuego de la hoguera y tú por no avivarlo, o ¿fue al revés?

Quizás cuando la barca se hacía astillas, y ninguno de los dos la reparamos,  acabó partida en dos, tablones solitarios bailando a la deriva.

Y ahora que poco a poco voy recuperando el aliento, que vuelvo a sonreír cada mañana, me increpas, me acusas, quieres que me sienta culpable, sólo por nadar sin ti en otras playas.

Muerta estuve, y sola como el Ave Fénix, resurgí de mis cenizas.

 


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LA VUELTA DE VACACIONES

Después de un leve zarandeo, me encontré aterrizando en el aeropuerto de lo cotidiano.

Rebusco en el fondo de mi equipaje, el reloj que empezará nuevamente a marcar las horas de... levantarte, trabajar, comer, dormir. ¡Que horror! Volver a tener  que respirar con las esposas puestas.

Se acabaron las plácidas mañanas a la orilla del mar, leyendo sin prisas, saboreando las líneas, mientras esa música celestial para mi,  del ir y venir de las olas pone un marco ideal a mi lectura. Ya no habrá más puestas de sol que vistan de sangre y oro mi semblante, que me traiga desde el horizonte la estela  que ilumina los ojos dando una dimensión diferente a mis sueños. 
El disfrute de atrapar un puñado de arena y ver como se escapa entre los dedos poco a poco, igual que se han ido escapando estos días, despacio, casi sin darte cuenta.

He mantenido grandes charlas con las caracolas,  he bajado al fondo del mar con las sirenas y he volado incansable con las gaviotas.

La luz del faro, siempre vigilante,  me saludaba cada noche, mientras, tendida sobre la cálida arena, mirando el cielo, recuento las estrellas que traviesas y cómplices de mis secretos me guiñan una y otra vez. Alguna más osada, emprende una veloz carrera y se pierde allá en el infinito, entonces me apresuro a formular un deseo con la esperanza de verlo hecho realidad.

Se acabó también abrir los ojos cada mañana, estirar las ideas, no tener que sopesar el momento del salto, no había prisas, no había  problemas, la red estaba extendida.

No me queda más remedio que salir de mis playeras y volver a enfundar mi vida en los zapatos del ir y venir para empezar las carreras del llegar a tiempo.

Sólo una compensación a la vuelta. Aquí están mis amigos, los que llevo cosidos en el corazón, los que tanto eché en falta.

¡Algo es algo!

31 agosto 2004


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LA MANO

Un día alguien me preguntó: ¿si tuvieses que perder un dedo de la mano y pudieses escoger, cuál de ellos elegirías?

Yo me quedé dubitativa analizando el cometido de cada uno.

¿El meñique?

No, ese soy yo, el último, el más pequeño, el más insignificante, el que apenas sabe hacer nada, está aprendiendo aún a ser necesario, y es el que cierra la mano. No, no puede ser éste.

¿Entonces el anular?

El anular es el encargado de portar la alianza, los lazos, los sentimientos, los amores, las amistades... no, éste no, no podría vivir sin él.

Bien, ¿el corazón entonces?

El corazón es vital, es el centro, coopera en tantas funciones, es imprescindible en las caricias. No, éste tampoco puede ser.

Pues tendrás que decidirte por el índice.

Pero, ¿qué dices?: el índice tiene una misión importantísima, señala el camino, designa al amigo, es el que deja su huella en los corazones, sujeta la pluma para escribir, la cuchara para comer y la frente para pensar. Es imprescindible.

Pues no te queda más que el pulgar.

El pulgar, el pulgar? Nooo, no puede ser, el pulgar es el complemento de todos los dedos, ¿cómo vas a asir nada? No se puede, es necesario, es el que dirige y ayuda en la funciones que desempeñan el resto, es el que soporta el trabajo.

Si falta el pulgar, ninguno de los otros podrá realizarse.

No puedo decidir, mejor... córtame la mano.


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NO SOY UNA ROCA

Derramo mis ojos displicentes por la foto color sepia de tu recuerdo.
¡No lastima!

Dices que soy una roca insensible, hiriente, ingrata, por qué ya no necesito tu mano para caminar, ni tu permiso para respirar.
Que tengo hambre de besos y caricias... sí, pero no las tuyas, 

Tengo frío en las madrugadas, más no quiero tu abrigo helado.
Se han secado las fuentes de mis ojos aunque a veces se derramen esperando amaneceres. Pero ya no es por ti.

Me duelen los seres que soñando ilusiones, buscando vida, han quedado inertes en cualquier mar del sur.

Me duelen los corderos engañados que se llevan a jugarse la existencia en una ruleta rusa, que giran los caprichos incomprensibles de lobos disfrazados.

Me duelen esas miles de mujeres que buscando amor, encontraron su verdugo.

¡Me duelen hasta quitarme el sueño.!
¿Y tú dices, que soy una roca insensible?


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DESPUÉS DE LA TORMENTA

Envuelta en tormentas y huracanes,
superando las olas de mil mares enfurecidos,
escapando del fuego abrasador que vomitaba 
el cráter abierto en el fondo de mi ser,
luchando a brazo partido 
contra el hielo de tu olvido y tu silencio.

Cuando escucho los cantos de sirenas
y el aire me regala la caricia de una brisa
cuando un nuevo amanecer
pone color y arco-iris a mis días,
cuando por fin escucho reír...

Tú, ya no estabas,
ya te habías ido.


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OLVIDO

Abro la puerta de la calle y allí, justo allí, estaba él, mirándome fijamente con los ojos cargados de reproches, todos lo reproches que se puedan imaginar.
Igual que un novio al que se deja sin darle explicaciones.
Respiro hondo y pienso, en un instante, que debo tener cuidado o acabará avasallándome, así que, antes que él pronuncie una palabra, irrumpo yo.

- Lo comprendo querido, lo comprendo y acepto que te he tenido olvidado algún tiempo, pero debes entender que a veces es hasta bueno que se olviden de uno.
- ¿Bueno? No tienes ni un átomo de sensibilidad, me dejas tirado igual que se tiran los zapatos viejos y no te has molestado ni un solo día en pensar en mi.


- Mira, chico, el verano es propicio para olvidar muchas cosas, no eres imprescindible, nadie lo es. Pero las excursiones, las salidas a las playas, los días radiantes de sol, no son proclives para sentimentalismos. ¡Ni que fueras mi amante!


- ¡Ya! He estado en la puerta de tu casa un día tras otros, aguantando, apoyado en el bastón; has pasado mil veces ante mi, y ni siquiera una sola vez me has dedicado un leve saludo, una simple mirada; me has ignorado y has pasado olímpicamente de mi. 


- Bueno, el tiempo cambia y hace cambiar a las personas, varían las necesidades, las apetencias... Yo soy así, ya deberías saberlo. Si te necesito, te quiero, pero si mañana no me haces falta, me sobras.

- Es duro que me digas eso: cuando has tenido días grises, cuando llegaban días llenos de llanto, siempre me has tenido a tu lado, y yo era feliz cobijándote y procurando que tus mejillas no se mojaran.


- Te estás poniendo un poco cursi, ¿no crees? Mis mejillas se han mojado muchas veces contigo y sin ti, pero no voy a llorar ahora, ni me vas a remover la conciencia.


- No, ya sé que no vas a llorar.


- ¿Tú crees que siempre te has portado bien conmigo? Recuerda aquel día tan horrible de lluvia y viento, cuando íbamos por mitad del puente, te volviste y me dejaste desamparada. ¿Pensaste en mi en aquel instante... ¿ No, tú a tu aire.


- Sí, recuerdo que hacía un día infernal y te empeñaste en salir, terminamos cada uno por un lado, pero culpa si quieres a las inclemencias del tiempo y a tu cabezonería. No estaba la tarde para paseos. Además, mi enfado duró sólo un momento, enseguida rectifiqué y me tuviste de nuevo cuidando que no te mojaras.


- Bueno, ¡déjate de chácharas ya! Está lloviendo a mares, tengo que salir sin más remedio y tú para mi siempre serás lo mismo.


- ¿Qué soy para ti, dime?


- Pues eso, ni más ni menos que un paraguas, si te suena mejor: mi paraguas, pero solo eso.


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EL PAVO REAL

Despliega su llamativa cola el pavo real. Contonea sus andares,
Da una vuelta, luego otra para que todos le admiren,
engreído y orgulloso de saberse el dueño del corral.

Alrededor sus pavas-seguidoras comentan:
¡gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc! – ¡que espléndido color la pluma 57 de la derecha!.

¡gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc! – ¡pues y el brillo deslumbrante de la larga del centro!

¡gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc! - ¡inusual el colorido de la 136 de la izquierda.- comenta otra pava.

É  l las mira por encima de su incomparable moco, estira un poco más si cabe su activa cabeza y responde:

Gloc-glu-glu-glub-gu glub – gracias – y se aleja de sus pavas-incondicionales.

Saben que cuando don Pavo Real, decide alejarse, hay que dejarlo sólo. No le gusta que le sigan y ellas obedientes, se quedan quietitas mientras se atusan  sus moquitos.

En un extremo del corral, la pava-nueva, observa la escena. Aún no ha hecho méritos para pertenecer al grupo, al menos eso piensa ella y las demás.

Don Pavo-Real, vuelve la cabeza cuando pasa a su altura y deja así bien patente que no es de sus pavas-protegidas.

Y la pava-nueva, piensa por un momento, si debería hacerle una reverencia cuando pasa a su lado, pero, - no...no le haré ninguna reverencia como si fuese el mismísimo dios-pavo-real, aunque me lleve toda la vida sola y comiendo mal en el último rincón del corral.

Y dice para sus adentros...
- ¡Presume, presume!, ya veremos cuando llegue la navidad. 
A ver quién ríe más fuerte.


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NO, NO VOY A PINTAR LAS PAREDES.

En ellas están las señales de tu amor,
Cuándo ese animal que llevas dentro rugía,
Cuándo te creías ser mi dueño,
Cuándo me lanzabas tus caricias, y yo lograba esquivarlas,
Entonces se estrellaban sobre la nívea pared. 
Dejando tu marca.

Y un día dije: ya no más.

Pero tú no me creías, nunca me creías
¿recuerdas? Dijiste: ¿dónde vas a ir tú sin mi? 

Pues ya ves, he seguido sin ti, he seguido el camino sin tu mano; 
sola, pero tranquila. Sin miedo a tus demostraciones amorosas.

Ahora vienes con tus lágrimas de cocodrilo arrepentido,
Me dices que como tú nadie me amará, que he destrozado tu vida.
¿qué he destrozado tu vida? 
¿y la mía? ¿qué has hecho tú de la mía?

Todo lo que guardo de ti, está escrito en las paredes.
Aprendí a vivir sin ti, a vivir sola, con mis sueños.
Que fui remendando, poco a poco, uno a uno.

Y Aunque a veces la soledad me duela...
Aunque alguna noche, ésta me haga daño,
o un día sienta que me aplasta un poco más,

Miraré de nuevo aquellas marcas, 
Cantaré una soleá sin guitarra, 
o quizás baile un tango con ellas.

Por eso no he pintado las paredes.
No, ¿sabes? nunca las voy a pintar.


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Marila

 

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