EL JARRÓN
Aquel
jarrón de rica porcelana había guardado
celosamente todos mis secretos durante largos años;
en él había ido acumulando suspiros, lágrimas,
ilusiones, risas y sueños.
Lucía en el lugar preferente de mi vitrina y
orgullosa lo mostraba siempre a mis visitantes.
De vez en
cuando lo sacaba de su lugar y lo volcaba en una
mesa, previamente recubierta con un suave paño.
Después, con sumo cuidado, iba retirando papeles de
seda y celofán, para recrearme contemplando mi
tesoro.
Aquel
día, alguien había dejado caer una frase, tropecé
en ella y rodé por el suelo. Al suelo fue también
a parar mi jarrón con todo su contenido, roto en
mil pedazos.
Los
suspiros, tan volátiles ellos, se disiparon en un
instante.
Las
lágrimas, como cuentas de un collar, fueron
aminorando sus rebotes hasta terminar rodando y
perdiéndose debajo de los muebles.
Las
ilusiones, con sus alas de mil colores, se escaparon
volando por las ventanas de las realidades.
Las
risas cantarinas y risueñas se quebraron, y de
ellas sólo quedaron pequeños trocitos de muecas,
apenas sonrientes.
Busqué
ávida los diminutos botecitos donde había guardado
mis sueños, cada uno etiquetado con su nombre.
También se habían roto, y estaban
derramados y esparcidos por el pavimento.
Tomé
entre mis manos los trozos más grandes del jarrón,
pensando en un buen adhesivo y mi maestría para
recomponer, pero era inútil, por mucho empeño que
pusiera sería imposible devolver, ni siquiera
parecida, su apariencia original.
Las
lágrimas empezaron a deslizarse lentamente por mis
mejillas, hice ademán de recogerlas, pero, ¿para
qué?, ya no tenía donde guardarlas, así que las
dejé seguir su curso tranquilamente.
Buscaría
otro jarrón aunque no fuese tan hermoso y volvería
a empezar de nuevo mis colecciones.
De
momento, lo más urgente era olvidar el pasado y
empezar de cero. Para ello, cuanto antes me quitara
de delante de ojos los añicos de mis sentimientos,
mejor.
Me
levanté decidida y fui en busca de una escoba.
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EL
PODER DE UNA SONRISA
No pude
impedir que la nostalgia floreciera en la enredadera
de mi vida.
Mientras,
los pensamientos volaron alto, muy alto, hasta
remontar las nubes, y allí se quedaron quietecitos,
observando fijamente los sueños inalcanzables que
siempre se habían escondido entre algodones
blancos.
Los
recuerdos corrieron por el camino zigzagueante del
pasado, querían detenerse en alguna caricia, en
alguna mirada dulce, que no encontraban.
Y yo, allí
agazapada, encogida y asustada ante aquel castillo
tremendamente negro y tenebroso, en el que se habían
convertido mis realidades.
En ese
momento, con su paso inseguro y titubeante, se acercó
hasta mí Ana.
Ana era mi
vecinita de apenas seis años, con sus endebles
piernas enfundadas entre barras de metal para
sostenerse en pie.
Se acercó,
me tomó la mano y me regaló una sonrisa tal, que
hasta entonces, no reparé en que el sol había
salido.
Mi pequeña
hada madrina acababa de convertir el funesto
castillo en un lindo palacio, y el asfalto en el más
bello de los jardines.
Es
el mágico poder que posee la sonrisa de un niño.
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ESPERO
Un hilo invisible lleva mis sentimientos hasta ti:
incansables
mariposas mueven sus alas de sueños e ilusiones.
Desde
el ocaso hasta el alba,
desde
que nace el sol, hasta que muere el día,
revolotean
a tu alrededor,
beben
tus susurros,
se acoplan a tus pasos,
y
tú, indiferente...
ni
siquiera has reparado en ellos,
mientras
muero cada vez un poco más.
La
vida pasa lentamente,
absorbe
el aire,
destila
mañanas, matizadas de gris,
pule
tus ausencias,
y sutura las grietas de mis labios.
Y
yo, aguardo firme paladeando la miel de la
esperanza.
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IRRESPOSABILIDAD
LABORAL
Cada
día estoy más convencida de la falta de
responsabilidad que
existe
en todas partes, en cualquier gremio, en cualquier
estatus social.
Aunque
no he tomado la alternativa, me veo obligada a
capotear cada
día
esta carencia para no irritarme más de la cuenta,
pero es que a
veces
llegan a exasperarme, y si te afectan directamente,
¡no digamos!
Entiendo muy bien,
porque ¡miren ustedes! Por casualidad una es
bastante
comprensiva, y una también es muy consciente que
todo el
mundo
tiene derecho a disfrutar unas vacaciones, que casi
todos,
preferimos
el tiempo estival para ello, pero una cosa son
vacaciones y
otra
es la cara tan dura que tienen algunos para pasarse
todo el
verano
sin dar ni golpe.
¿Que
hace calor? Pues sí, en esta bendita tierra hace
mucho calor
durante
el verano... pero para todos, ¡eh!
No
soy exigente, no les obligo con ningún horario,
pueden hacer su
cometido
con una libertad que ya quisiera yo tener para mi,
¡pero
señores!
hagan ustedes turnos, que eso es lo que hacemos en
mi
trabajo
para que el servicio siempre quede cubierto.
¡Pero
no!, ellos se marcharon todos juntos, sin
importarles lo más
mínimo
dejarme sola y desasistida.
Y
pasó junio, y pasó julio, y agosto y ellos sin
aparecer; está
terminando
septiembre y nada, ni una llamada, ni siquiera una
leve
señal
de humo para interesarse de si los necesito o no.
Y
es que hay cosas que no se pueden realizar sola, si
no, a buenas
horas
iba yo a estar pendiente de sus regresos. Ellos lo
saben, ¡claro que lo saben, ¿querrán acabar con
mi paciencia y hundirme? A veces
pienso
que es lo que andan buscando, ladinamente.
He
puesto una solicitud en la prensa para contratar
nuevo personal,
pero
hasta la fecha no ha contestado nadie.
Luego,
cualquier día, se presentarán sin previo aviso y
una que es muy
sentida
y que en el fondo les tiene aprecio, les disculpará
y como si
no
hubiera pasado nada.
Entonces
me llenarán la cabeza, y a punto de estallar por el
colapso,
tendré
que hacer horas nocturnas, ¡que esa es otra!, las
horas
preferidas
para ellos, son precisamente las madrugadas, ¡serán
cabrones!
Y
pensando, pensando, digo yo que igual a ustedes les
sobra alguno y
me
lo pueden ceder.
Total
un muso más o menos no debe notarse mucho y a mí
me harían
ustedes
un gran favor.
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LA
ROSA TRISTE
Cada día
se viste con un color diferente,
roba reflejos al arco-iris mientras
piensa,
que hoy, sí se fijará en ella.
Se baña con el más subyugante de
los perfumes
y repasa minuciosamente la suavidad
de sus pétalos.
Sueña en la negra boca de la noche,
que ese día la verá, que al fin
se dará cuenta que existe,
y le regalará una sonrisa,
mientras con sumo cuidado la tomará
en sus manos y se la llevará con él.
Pero tú, orgulloso y engreído
jardinero,
pasas indiferente por su lado,
nunca reparas que está allí
esperando,
y cortas otras flores que encuentras
más dignas y merecedoras,
para formar parte del ramo de tu
florero.
Y ella se desilusiona, sé deshoja un
poco más,
queda llorando con las gotas de rocío
que no hacen discriminaciones.
Avienta al aire la humillación, que
día a día estruja sus sentimientos,
y se queda quieta, muy quieta,
erguida en su verde tallo,
mientras medita: cualquier amanecer,
dejaré de ser rosa,
me cubriré de espinas y me convertiré
en un cactus.
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LLANTO
DE OTOÑO
Las
estrellas cierran sus ojos,
no quieren ver el llanto
otoñal de los árboles.
El viento remueve sus lágrimas
de color ocre,
las esconde con las mías
para que nadie pueda
encontrarlas.
Por el camino que lleva
al riachuelo
al compás de mis
pasos,
se oye la canción
ilusionada de sus aguas
mezclada con quejidos,
también lloran los
olmos, sauces y eucaliptos.
¿Se duelen de las
pisadas?
¡No importa!, me gusta
su sonido.
Aplasto mis desilusiones
al mismo tiempo,
también ellas se
quejan,
se quejan y sueltan sus
lágrimas rotas.
Cuando esté próxima la
primavera
cesarán sus llantos y
sacarán brotes verdes.
Quizás dentro, muy
dentro,
también me brote una
nueva ilusión.
Sólo queda
esperar,
esperar que pase el otoño.
Mientras: las estrellas
seguirán con sus ojos cerrados.
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ME
ACUSO SEÑOR...
Me
acuso Señor:..
de dejar
revolotear a mí alrededor, el pájaro de la vanidad,
de dudar un
instante en dejarlo anidar en mi jardín.
De sentirme
flor de un hermoso ramo de amistad,
yo, una
insignificante florecilla.
Me acuso Señor...
De no escuchar
atenta todas las palabras,
y cambiarlas a
ratos por melodías de violines mágicos.
reemplazar sus
caras personales, por las de ángeles celestiales.
Me acuso Señor...
De haber
recibido, quizás, mucho más de lo que he dado,
De inflar el
corazón tanto y tanto, que sentí que me estallaba,
De haber visto
el espíritu volador, de los ausentes.
De no controlar
debidamente, las insurrectas lágrimas.
De tener los
brazos cortos y no poder fundirlos a todos, en un gran
abrazo.
De mi egoísmo,
por querer retenerlos más tiempo a mi lado.
Me acuso Señor...
De no poder
soportar hoy tanto silencio.
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UNA CITA
Ya me he cansado de oír opiniones
de ineptos opinantes,
Ya me cansé de la disputa de los galgos y podencos,
cuando, en realidad, galgos y podencos van tras la misma
liebre.
El corazón necesita un respiro, que son muchos los
ahogos que soporta,
muchas las imágenes que nos nublan el sol, que nos
oscurecen el día,
Así que hoy me he propuesto una cura de ilusiones.
He sacado de mi alma-ropero, los mejores vestidos de sueños
y he paseado las calles que gritan esperanzas.
Acudiendo puntual a su cita cada año, están ahí esos
botones blancos reventando, van abriendo poco a poco
ante los ojos de nadie; algunos, los más atrevidos,
lucen ya sus galas, vanidosos como quinceañeras de
estreno en domingo de ramos; otros se esconden
vergonzosos tras el verde y expanden generosamente su
regalo que llega a las placitas más recónditas,
atraviesan las
calles, pasean por el río, cruzan la muralla de eterna
polución.
Y yo, convaleciente de tantas recientes heridas,
necesito respirar, untar con un poco de bálsamo tanta
cicatriz.
Así
qué, ¡por favor!: no me hablen más de galgos y
podencos, que hoy tengo una cita importante, hoy he
quedado con la primavera.
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PENSAMIENTO
(Después de la tormenta)
Las palabras, a veces, son dardos
envenenados que pueden hacer mucho daño. Tienen fuerza
para levantar a alguien subiéndolo al podium, y poder
para destrozarlo y hundirlo. El diálogo es el comienzo
de la paz.
Tus palabras cayeron sobre mí como
tormenta de granizo,
horadando profundos agujeros en mis
sentimientos.
No me sorprendió, no,
los grandes nubarrones negros habían
vaticinado su llegada,
pero, siempre esperas ingenuamente,
que pase de largo,
que descargue su ímpetu en otra
parte y no te llegue al alma.
Una vez más no ha sido así,
una vez más, los cristales hirientes
me han abierto surcos,
me han hecho pensar: ¿merecerá la
pena?
Siempre alguien alrededor vitorea tus
desacertados chaparrones,
y yo me siento débil e impotente
para hacerlos frente,
sabiendo de antemano, que es una
batalla perdida.
No me gustan los cambios de camisas,
ni los “te quieros” basados en
margaritas deshojadas,
ni decir SI, cuando por dentro
piensas que es NO.
Pero sigo confiada pensando...
que el sol sale cada día,
que el cielo sigue siendo azul,
que el corazón es algo más que un
órgano que bombea la sangre,
que el amor puede salvar el mundo.
Mientras haya personas como tú y
como yo,
que aún creen en la amistad.
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SOLEDADES
Las paredes, de un color a nada, se
alargan y alargan hasta hacerse infinitas, mientras, los
pasillos se multiplican convirtiéndose en laberintos
donde me pierdo sin encontrar la salida.
El teléfono permanece mudo, lo miro
una y otra vez con ojos solícitos, pero hace caso omiso
a mi ruego. Me exaspera y acabo gritándole: ¡suena
maldito, suena!, y en mis adentros suplico: ¡suena,
aunque sea una llamada equivocada!
Desde el centro de la mesa, un jarrón
con flores secas, como mis días, me mira fijamente:
¿y tú qué miras? - le increpo -, ¡si al menos
dijeras algo!
El único que parece darse levemente
cuenta de mi situación es Roky; mueve su rabo sin cesar
y se ha recorrido, tras de mi, los mismos kilómetros
que yo he hecho deambulando de una estancia a otra.
Es tarde, apenas sin ganas pongo
sobre una bandeja un cubierto y un plato con un filete.
La cuchara, con su único ojo hueco me mira, se está
preguntando para qué la he colocado allí, mientras me
devuelve una imagen ovalada de mi pánfila cara.
Roky sigue moviendo su rabo, no sé
si me quiere decir que empiece a comer o que le guarde
un poco, y ante mi desgana, acabo por regalarle mi cena.
En el reloj de una torre lejana,
suenan doce campanadas. Es la hora de los arrumacos, de
las caricias, de las risas, de las complicidades.
Es la hora también en la que mi
soledad se hace más acuciante, más patente.
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TE
PODRÍA DECIR
Podría decirte que voy a cambiar...
Prometerte que nunca más volveré a
volar entre las nubes mientras tú chapoteas por el
fango, que en las madrugadas no hablaré con las
estrellas,
ni bailaré con las olas de las
playas.
Me vestiría con un traje de fina
hipocresía, que no traspasen las caricias de la brisa,
conjuntado con un chal de vanas apariencias. Así nunca
volverás a avergonzarte de mi desnudez.
Unas gafas opacas para no saber del
rojo de la sangre, ni del brillo del sol, ni del azul
del cielo; al hombro colgado un gran bolso de
oportunidades, a juego con zapatos de conveniencias con
un lustrado brillo de correcto.
Un sombrero insensible muy calado,
para no oír el murmullo del viento,
ni los llantos, ni las risas de los
niños, ni la melodía de un violín enamorado.
Pondré cadenas a este loco e
insensato corazón, que le impida vibrar con puestas de
sol y amaneceres, y así nunca vuelva a escapar
persiguiendo emociones. Tiraré mi romántico manto a la
basura.
Miraría tu ombligo perdido en
vanidades, mientras aplaudo tus soberbias salidas de
tono, asegurando al mismo tiempo que tú nunca te
equivocas.
Me miraría en tu espejo y te querría,
como tú me has enseñado:
sin mojarme.
Sólo una aclaración: Esa no seré
yo.
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HOMENAJE
A SERRAT
Tu voz fue la espoleta que disparaba mi rebeldía de
entonces, mi rabia impotente por aquel español
llamado Manuel que tenía una casa de barro y caña.
Exprimía lunas al son de nanas de cebolla, que
recreaban mis recuerdos en un patio de Sevilla,
cuando tenía que estar en casa poco antes que
dieran las diez.
Lloré escuchando saetas al Cristo de los gitanos,
disfruté con el titiritero y me equivoqué como la
paloma, infinidad de veces.
Luego llegaron las ilusiones, los amores, las
baladas... tu voz me explicó qué era el amor, me
enseñó a amar el Mediterráneo sin tenerlo cerca,
a darle valor a esas pequeñas cosas, en aquellos días
que decía mi padre, tenía demasiados huesos.
La vida sigue y vas haciendo caminos al andar, y
llega el momento de irte lejos de casa y sufres las
frustraciones de amores no correspondidos como las
de Curro el Palmo; es cuando la llama de la fe se
apaga y tienes que hacer esfuerzos para pensar cada
mañana, que hoy puede ser un gran día, convencida
de que el amor y la felicidad eran sólo una utopía.
Y llega abril, y te creas sombras de la china para
que al corazón se le alegre la mirada.
Luego, más tarde, te dominan por un tiempo, esos
locos bajitos y no le haces tanto caso a esos
recuerdos que suelen contar mentiras.
Tú sabes que el Sur también existe y, como cada
loco con su tema, a mí me dio por engancharme a tu
voz, esa voz que me acompañó cuando estuve loca,
que me empujó a tomar lápiz y un papel tantas
veces, cuando no hacía otra cosa que pensar en ti,
cuando escuchando tu balada de otoño escribí mi
primer poema...
Es caprichoso el azar, señala caminos a unos y
otros sin querer, así que date prisa, vuelve
pronto, porque ¿qué voy a hacer sin ti?
oct-2004
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EN
CUALQUIER LUGAR
En cualquier lugar y a cualquier
hora, alguien se marcha sin poder decir adiós,
en cualquier lugar y a cualquier
hora, alguien está llorando.
La rabia enciende la sangre en las
venas, contempla impotente los colmillos afilados de la
maldad.
Los principios se resquebrajan y
escapan a esconderse, se ocultan entre las cortinas de
negras realidades, danzan alrededor con bailes demoníacos
para olvidar las enseñazas mamadas.
Alguien, que cree aún que sí es
posible, detiene la gota que haría rebosar el vaso, ese
vaso modelado con paciencia arcillosa y que se ha ido
llenando poco a poco, día a día.
Quizás hoy lo consiga, pero mi odio
se expande como el humo,
se crece en cada amanecer.
Mañana...
En cualquier lugar y a cualquier
hora,
alguien volverá a marcharse sin
poder decir adiós.
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RESURGIR
Es para mí,
completamente imprescindible que te desnudes antes de
mirar mis ojos, es necesario que te despojes de esa túnica
de nazareno penitente que llevas eternamente puesta,
dejes tu cruz hueca de plástico junto a la mía de
maciza madera y empecemos después el análisis de la
aparatosa travesía.
Yo
haré un acto de contrición y arrepentimiento y me
acusaré de haber esperado ridículamente que saliesen
mariposas de capullos vanos, de haber creído que después
de las tormentas volvería a salir el sol y tras las
horrendas tempestades, llegaría la calma.
Y,
tontamente escuchaba los cantos de sirenas, mientras
esperaba envuelta en verdes esperanzas de algas
silenciosas que mojaban mis pies sobre la arena.
Cada
día ansiaba un sol que no llegaba, y vivía el cuento
donde sólo existían brujas y vampiros.
¡Rema,
rema!, me gritaban voces que salían de no sé dónde. Y
yo remaba y remaba incansable, sin lograr moverme ni
salir del remolino.
Apostaba
por un final que nunca vislumbraba, y así, poco a poco
mi nave fue haciendo aguas, antes, mucho antes de
alcanzar la orilla.
Pero yo, seguía
buscando ansiosa un cielo azul que me alejara de aquel
gris-noche-eterna en el que respiraba.
Y me metí mar
adentro, sin saber dónde, cómo y cuánto aguantaría.
No, no era un
paraíso aquella isla, intuí que los paraísos no existían.
Pero el cielo era azul y el sol brillaba y el mar desde
su calma me atraía, las palmeras me regalaban su
sombra, había gaviotas, flores, risas...
¿La culpa? La
culpa no fue mía ni fue tuya, quizás los dos tuvimos
parte en ella. Yo por dejar que se apagara el fuego de
la hoguera y tú por no avivarlo, o ¿fue al revés?
Quizás
cuando la barca se hacía astillas, y ninguno de los dos
la reparamos, acabó partida en dos, tablones
solitarios bailando a la deriva.
Y
ahora que poco a poco voy recuperando el aliento, que
vuelvo a sonreír cada mañana, me increpas, me acusas,
quieres que me sienta culpable, sólo por nadar sin ti
en otras playas.
Muerta
estuve, y sola como el Ave Fénix, resurgí de mis
cenizas.
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LA
VUELTA DE VACACIONES
Después de un leve zarandeo, me
encontré aterrizando en el aeropuerto de lo cotidiano.
Rebusco en el fondo de mi equipaje,
el reloj que empezará nuevamente a marcar las horas
de... levantarte, trabajar, comer, dormir. ¡Que horror!
Volver a tener que respirar con las esposas
puestas.
Se acabaron las plácidas mañanas a
la orilla del mar, leyendo sin prisas, saboreando las líneas,
mientras esa música celestial para mi, del ir y
venir de las olas pone un marco ideal a mi lectura. Ya
no habrá más puestas de sol que vistan de sangre y oro
mi semblante, que me traiga desde el horizonte la estela
que ilumina los ojos dando una dimensión diferente a
mis sueños.
El disfrute de atrapar un puñado de
arena y ver como se escapa entre los dedos poco a poco,
igual que se han ido escapando estos días, despacio,
casi sin darte cuenta.
He mantenido grandes charlas con las
caracolas, he bajado al fondo del mar con las
sirenas y he volado incansable con las gaviotas.
La luz del faro, siempre vigilante,
me saludaba cada noche, mientras, tendida sobre la cálida
arena, mirando el cielo, recuento las estrellas que
traviesas y cómplices de mis secretos me guiñan una y
otra vez. Alguna más osada, emprende una veloz carrera
y se pierde allá en el infinito, entonces me apresuro a
formular un deseo con la esperanza de verlo hecho
realidad.
Se acabó también abrir los ojos
cada mañana, estirar las ideas, no tener que sopesar el
momento del salto, no había prisas, no había
problemas, la red estaba extendida.
No me queda más remedio que salir de
mis playeras y volver a enfundar mi vida en los zapatos
del ir y venir para empezar las carreras del llegar a
tiempo.
Sólo una compensación a la vuelta.
Aquí están mis amigos, los que llevo cosidos en el
corazón, los que tanto eché en falta.
¡Algo es algo!
31 agosto 2004
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LA
MANO
Un día alguien me preguntó: ¿si
tuvieses que perder un dedo de la mano y pudieses
escoger, cuál de ellos elegirías?
Yo me quedé dubitativa analizando el
cometido de cada uno.
¿El meñique?
No, ese soy yo, el último, el más
pequeño, el más insignificante, el que apenas sabe
hacer nada, está aprendiendo aún a ser necesario, y es
el que cierra la mano. No, no puede ser éste.
¿Entonces el anular?
El anular es el encargado de portar
la alianza, los lazos, los sentimientos, los amores, las
amistades... no, éste no, no podría vivir sin él.
Bien, ¿el corazón entonces?
El corazón es vital, es el centro,
coopera en tantas funciones, es imprescindible en las
caricias. No, éste tampoco puede ser.
Pues tendrás que decidirte por el índice.
Pero, ¿qué dices?: el índice tiene
una misión importantísima, señala el camino, designa
al amigo, es el que deja su huella en los corazones,
sujeta la pluma para escribir, la cuchara para comer y
la frente para pensar. Es imprescindible.
Pues no te queda más que el pulgar.
El pulgar, el pulgar? Nooo, no puede
ser, el pulgar es el complemento de todos los dedos, ¿cómo
vas a asir nada? No se puede, es necesario, es el que
dirige y ayuda en la funciones que desempeñan el resto,
es el que soporta el trabajo.
Si falta el pulgar, ninguno de los
otros podrá realizarse.
No puedo
decidir, mejor... córtame la mano.
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NO
SOY UNA ROCA
Derramo mis ojos
displicentes por la foto color sepia de tu recuerdo.
¡No lastima!
Dices que soy una roca
insensible, hiriente, ingrata, por qué ya no necesito
tu mano para caminar, ni tu permiso para respirar.
Que tengo hambre de
besos y caricias... sí, pero no las tuyas,
Tengo frío en las
madrugadas, más no quiero tu abrigo helado.
Se han secado las
fuentes de mis ojos aunque a veces se derramen esperando
amaneceres. Pero ya no es por ti.
Me duelen los seres que
soñando ilusiones, buscando vida, han quedado inertes
en cualquier mar del sur.
Me duelen los corderos
engañados que se llevan a jugarse la existencia en una
ruleta rusa, que giran los caprichos incomprensibles de
lobos disfrazados.
Me duelen esas miles de
mujeres que buscando amor, encontraron su verdugo.
¡Me duelen hasta
quitarme el sueño.!
¿Y tú dices, que soy
una roca insensible?
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DESPUÉS
DE LA TORMENTA
Envuelta
en tormentas y huracanes,
superando
las olas de mil mares enfurecidos,
escapando
del fuego abrasador que vomitaba
el
cráter abierto en el fondo de mi ser,
luchando
a brazo partido
contra
el hielo de tu olvido y tu silencio.
Cuando
escucho los cantos de sirenas
y
el aire me regala la caricia de una brisa
cuando
un nuevo amanecer
pone
color y arco-iris a mis días,
cuando
por fin escucho reír...
Tú,
ya no estabas,
ya
te habías ido.
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OLVIDO
Abro la puerta de la calle y allí, justo allí, estaba
él, mirándome fijamente con los ojos cargados de
reproches, todos lo reproches que se puedan imaginar.
Igual que un novio al que se deja sin darle
explicaciones.
Respiro hondo y pienso, en un instante, que debo tener
cuidado o acabará avasallándome, así que, antes que
él pronuncie una palabra, irrumpo yo.
- Lo comprendo querido, lo comprendo y acepto que te he
tenido olvidado algún tiempo, pero debes entender que a
veces es hasta bueno que se olviden de uno.
- ¿Bueno? No tienes ni un átomo de sensibilidad, me
dejas tirado igual que se tiran los zapatos viejos y no
te has molestado ni un solo día en pensar en mi.
- Mira, chico, el verano es propicio para olvidar
muchas cosas, no eres imprescindible, nadie lo es. Pero
las excursiones, las salidas a las playas, los días
radiantes de sol, no son proclives para
sentimentalismos. ¡Ni que fueras mi amante!
- ¡Ya! He estado en la puerta de tu casa un día
tras otros, aguantando, apoyado en el bastón; has
pasado mil veces ante mi, y ni siquiera una sola vez me
has dedicado un leve saludo, una simple mirada; me has
ignorado y has pasado olímpicamente de mi.
- Bueno, el tiempo cambia y
hace cambiar a las personas, varían las necesidades,
las apetencias... Yo soy así, ya deberías saberlo. Si
te necesito, te quiero, pero si mañana no me haces
falta, me sobras.
- Es duro que me digas eso: cuando has tenido días
grises, cuando llegaban días llenos de llanto, siempre
me has tenido a tu lado, y yo era feliz cobijándote y
procurando que tus mejillas no se mojaran.
- Te estás poniendo un poco cursi, ¿no crees?
Mis mejillas se han mojado muchas veces contigo y sin
ti, pero no voy a llorar ahora, ni me vas a remover la
conciencia.
- No, ya sé que no vas a llorar.
- ¿Tú crees que siempre te has portado bien
conmigo? Recuerda aquel día tan horrible de lluvia y
viento, cuando íbamos por mitad del puente, te volviste
y me dejaste desamparada. ¿Pensaste en mi en aquel
instante... ¿ No, tú a tu aire.
- Sí, recuerdo que hacía un día infernal y te
empeñaste en salir, terminamos cada uno por un lado,
pero culpa si quieres a las inclemencias del tiempo y a
tu cabezonería. No estaba la tarde para paseos. Además,
mi enfado duró sólo un momento, enseguida rectifiqué
y me tuviste de nuevo cuidando que no te mojaras.
- Bueno, ¡déjate de chácharas ya! Está
lloviendo a mares, tengo que salir sin más remedio y tú
para mi siempre serás lo mismo.
- ¿Qué soy para ti, dime?
- Pues eso, ni más ni menos que un paraguas, si
te suena mejor: mi paraguas, pero solo eso.
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EL
PAVO REAL
Despliega su llamativa cola el pavo
real. Contonea sus andares,
Da una vuelta, luego otra para que
todos le admiren,
engreído y orgulloso de saberse el
dueño del corral.
Alrededor sus pavas-seguidoras
comentan:
¡gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc!
– ¡que espléndido color la pluma 57 de la derecha!.
¡gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc!
– ¡pues y el brillo deslumbrante de la larga del
centro!
¡gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc-gloc!
- ¡inusual el colorido de la 136 de la izquierda.-
comenta otra pava.
É l las mira por encima de su
incomparable moco, estira un poco más si cabe su activa
cabeza y responde:
Gloc-glu-glu-glub-gu glub – gracias
– y se aleja de sus pavas-incondicionales.
Saben que cuando don Pavo Real,
decide alejarse, hay que dejarlo sólo. No le gusta que
le sigan y ellas obedientes, se quedan quietitas
mientras se atusan sus moquitos.
En un extremo del corral, la
pava-nueva, observa la escena. Aún no ha hecho méritos
para pertenecer al grupo, al menos eso piensa ella y las
demás.
Don Pavo-Real, vuelve la cabeza
cuando pasa a su altura y deja así bien patente que no
es de sus pavas-protegidas.
Y la pava-nueva, piensa por un
momento, si debería hacerle una reverencia cuando pasa
a su lado, pero, - no...no le haré ninguna reverencia
como si fuese el mismísimo dios-pavo-real, aunque me
lleve toda la vida sola y comiendo mal en el último
rincón del corral.
Y dice para sus adentros...
- ¡Presume, presume!, ya veremos
cuando llegue la navidad.
A ver quién ríe más fuerte.
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NO,
NO VOY A PINTAR LAS PAREDES.
En ellas están las señales de tu
amor,
Cuándo ese animal que llevas dentro
rugía,
Cuándo te creías ser mi dueño,
Cuándo me lanzabas tus caricias, y
yo lograba esquivarlas,
Entonces se estrellaban sobre la nívea
pared.
Dejando tu marca.
Y un día dije: ya no más.
Pero tú no me creías, nunca me creías
¿recuerdas? Dijiste: ¿dónde vas a
ir tú sin mi?
Pues ya ves, he seguido sin ti, he
seguido el camino sin tu mano;
sola, pero tranquila. Sin miedo a tus
demostraciones amorosas.
Ahora vienes con tus lágrimas de
cocodrilo arrepentido,
Me dices que como tú nadie me amará,
que he destrozado tu vida.
¿qué he destrozado tu vida?
¿y la mía? ¿qué has hecho tú de
la mía?
Todo lo que guardo de ti, está
escrito en las paredes.
Aprendí a vivir sin ti, a vivir
sola, con mis sueños.
Que fui remendando, poco a poco, uno
a uno.
Y Aunque a veces la soledad me
duela...
Aunque alguna noche, ésta me haga daño,
o un día sienta que me aplasta un
poco más,
Miraré de nuevo aquellas
marcas,
Cantaré una soleá sin
guitarra,
o quizás baile un tango con ellas.
Por eso no he pintado las paredes.
No, ¿sabes? nunca las voy a pintar.
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Marila
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