DÍAS GRISES


Hay días que amanecen grises, extremadamente grises, aunque te empeñes en encender el sol en tus ventanas.
Grises de cemento y hormigón, en los que no encuentras tu vestido de sonrisas y has extraviado tus sandalias  de ilusiones.
La espesa cortina de soledad no deja que penetren los rayos del sol e iluminen tu aposento.

Sin saber qué hacer, deambulas por las calles con paso incierto, rebuscas en los contenedores un mendrugo de beso o un resto de caricias, que llevarte a la boca.
Te alejas por sendas que no llevan a ninguna parte, dejando a tu paso los blancos suspiros para no perderte en el camino del retorno.
¡Ah, esos días!

Esos días, en los que te daña la alegría ajena, mucho más que las espinas de las zarzas del camino.
No, no es envidia, quizás sea nostalgia de otros que nacían luminosos, 
en los que te vestías de azul y el viento te remontaba hasta las nubes. 
En los que el corazón  ardía por el fuego que provocaba la mano a la que ibas asida.


Pero hoy, el día ha amanecido gris, y la argamasa de sus cimientos te va aplastando más y más hasta dejarte hecha un sello en el asfalto, 
algo  insignificante, que sólo tú percibes.

Ellos pasan, te rozan, quizás te miren, pero no te ven.

En los días grises el reloj no funciona normalmente, no lleva el mismo ritmo, 
y convierte veinticuatro horas en días eternos.

Hoy el aire no huele a nada, también los pájaros enmudecieron, ¡es igual!
Tus oídos están sordos, y no puedes oír sus trinos, y al anochecer, 
te traga la boca negra del gemido que hace derramar la sal de tus pupilas.


Y retornas, con los pies cansados y el alma aún más casada, después de haber gastado con tus ojos la esfera del reloj, 
que marca las horas muertas de los días sin colores.

Las estrellas permanecen apagadas.
¡Qué grande y larga es la noche! ¡Qué inmensa y aplastante es la soledad!

Y escondida, en el hueco del último rincón de los minutos, acabas haciéndote la misma pregunta de siempre.
¿Ha valido la pena vivir hoy?
Un día de tu existencia que se ha perdido, que se ha disuelto en la nada.

Quizás mañana, salga el sol.

marila

  

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