<%@ Language=VBScript %> DEDICADOS A MIS AMIGOS

 

Dedicados a mis amigos

   de MARILA

 

COMO UN IMÁN  (Dedicado a J. Lucas)
TE REGALO ESTE DÍA    (Dedicado a Pilar M. malagueña/holandesa)
JAZMINES EN EL RECUERDO (Dedicado a Socorro y a su D. Jesús)
EL AIRE HUELE A TÍ (Dedicado a Luís Alcorce)
SIEMPRE ME QUEDARÁ TU VOZ (Dedicado a Xabier)
SOLTERA BUSCA... (Dedicado a Luís Alcorce)
EN ESTA PÁGINA, SIEMPRE ESTOY TRABAJANDO  
 

 

COMO UN IMÁN                                 (Dedicado a J.Lucas)

Existe un imán en el lugar más recóndito del ser, que inesperadamente,
atrae recuerdos placenteros, deliciosos, agradables o nefastos, inoportunos, dañinos.

Irrumpen sin ser llamados, creando un estado inusitado o violento.

Así llega el tuyo un día cualquiera.
Eres, la asignatura pendiente desde hace muchos años.


Abro la ventana, y un aire caliente, dulzón y espeso se cuela.
Imagino, que ese mismo, allá lejos, es el que en esos momentos te acaricia los labios;
el aire no tiene fronteras, ni vallas, es el mismo aire para todos,
más o menos espeso, pero el mismo.

Y este pensamiento, despierta en mi un deseo incomprensible de tenerte cerca,
de sentir tu aliento, notar tus caricias.
Aquellas escasas y esporádicas de un ayer tan lejano.

No, no estoy enamorada de ti, es sólo el afán por descubrir tu yo interior,
ese que apenas llegué a vislumbrar.
Pero, no puedo negar que ejerces una atracción poderosa,
que puedes llegar a ocupar mis horas,
y deliciosamente mágico, incomprensiblemente incorrecto,
te posesionas de mi ser y me empujas a triples saltos mortales.

Y sigo escalando la montaña, jugando con recuerdos, más ilusorios que reales.

Guardo tu mirada en el cofre más preciado, que destapo en estos momentos
y se columpia incansable en la puerta trasera de mi retina.

Años luz de lejanía, de esperas inútiles;
voces calladas desde el fondo de una pasión inconsistente y fugaz.

Una simple chocolatina y el aroma a flores silvestres,
ponen punto final y cierran la ventana.

 

 

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TE REGALO ESTE DÍA          (Dedicado a Pilar M. malagueña/holandesa)

Los días suelen ser monótonos, aburridos, rutinarios; hay algunos que amanecen ásperos
y te cuesta un tremendo esfuerzo pasar por él sin que te hagan rozaduras;
otros despiertan ácidos y te escuecen sobremanera. 

Normalmente, el puntual despertador te empuja,
y tú saltas a emprender tu carrera a contrarreloj de cada jornada.

Nuestros ojos se resisten la mayoría de las veces a mirar y ver.
Se acomodan a pasear sin observar el entorno, dejan escapar tantas cosas que,
podrían pintar de colores y poner cascabeles a las horas…

Hoy, amiga, quiero regalarte este día que he pintado para ti:

Es un día azul como tus ojos serenos y dulce como tu voz.

Amanece, el sol se hace grande y se despereza allá en el horizonte,
poniendo un marco dorado a la Giralda.
Sólo, por esta estampa, habrá merecido la pena madrugar.

Los pájaros te saludan de una manera especial hoy.
¿Cómo es posible no reparar en ellos otras veces?

Volemos hasta la calle Betis.

Ahí, a tu derecha, está el río Guadalquivir, sereno y majestuoso. Cierra los ojos…
¿no sientes la brisa del mar? ¿No hueles a salinas?
Trae hasta ti el rumor de las olas, el vuelo de gaviotas y…,
hasta una botella con mensaje.

Y a la izquierda, ¿Ves todas esas ventanas y balcones, cuajados de geranios y gitanillas?
Están ahí para enriquecer tu vista.

Sí, ya sé, hueles a jazmines; ahí hay uno, ¡que grande!
acércate y coge los que quieras, nadie te dirá nada

Los ojos del puente de Triana nos miran fijamente, nos están llamando.

¡Vamos, vamos! Hay mucho que ver todavía.

Recorremos calles llenas de misterios, con leyendas grabadas en sus piedras,
y el duende de la gracia dando saltitos a nuestro paso.

Hacemos una parada en la plaza de Doña Elvira; la fuente entona unas bulerías
acompañando al chico vespertino que rasguea su guitarra.

Aspira hondo, amiga, ese aroma que inunda las calles, tiene un sabor especial en
el Bario de Santa Cruz.

Es el azahar primaveral que se expande y te llega al mismo fondo del alma.

“Los naranjos en Sevilla,
tienen su gracia especial,
están llenos de naranjas,
al ladito del azahar".

La Giralda sultana y mora te vigila desde su altura por las calles estrechas,
entre las cuales se asoma y por el rincón que menos esperas, te saluda aquí y allá,
y a veces, te envía un guiño con ese rayo de sol que choca sobre su dorado Giraldillo.

El atardecer pone un colorido especial al entorno, se adormece,
se hace el distraído para que aproveches y te guardes en tu mochila
todas las sensaciones que quieras.
Será como un vídeo que podrás volver a ver, con sólo cerrar tus ojos.

Y yo, he envuelto en celofán este día, le he puesto un lazo de colores
y te lo he enviado de regalo, como paquete urgente.

 

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JAZMINES EN EL RECUERDO    (Dedicado a Socorro y a su D. Jesús)

Desde siempre, el jazmín ha formado parte de mis mejores recuerdos,
de mis más plácidas vivencias.
Su delicado perfume, tiene para mi unas connotaciones muy especiales:
me abre el corazón, me empuja a saborear las cosas bellas, me fuerza a
ser desprendida.

Su flor blanca, sencilla, humilde, pero a la vez generosa, reparte su aroma
a todos los que tiene a su alrededor.
Es la elegancia hecha perfume.

Y yo...

Quisiera ser jazmín...
Formar parte de esas moñas, que aún venden los gitanos en los atardeceres,
por las orillas del Guadalquivir.

Quisiera ser jazmín de las viznagas, con las que, en sus noches, los
enamorados malagueños obsequian galantemente a sus damas.

Quisiera ser jazmín de aquella planta frondosa del jardín de mi niñez,
donde mi madre, en cada puesta de sol, los recontaba y recogía,
uno a uno, para ponerlos en una bandeja, llenando la casa de perfume,
y poder sentir nuevamente sus caricias.

Quisiera ser jazmín de los jardines del Alcázar, y extasiarme oyendo
el rasgueo de Paco de Lucía a su guitarra, con la Giralda asomando
en la muralla y la luna a su lado por testigo.

Quisiera ser jazmín de tu terraza, y esperar cada tarde que tú
llegues, para que me lleves contigo a pasar la velada, mientras
hacemos mil proyectos en las nubes, y al mar, allá en el fondo, le
contagiamos las risas.

Pero sólo soy una sevillana enamorada del jazmín.
 

 

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EL AIRE HUELE A TÍ            (Dedicado a Luís Alcorce)

El momento mágico llegaba cada día, cuando los dos, desde la terraza y cogidos por la cintura, mirábamos como el sol se iba ocultando poco a poco, tras aquellas lejanas montañas.

Pintaba rojizo el atardecer, y a nosotros nos despertaba el apetito de besos y caricias.
El aire olía a ti.
Pero tú, ya no estás.

La casa,  con tu ausencia se me hace insufriblemente grande.
Araño la inmensa soledad, tratando de encontrar un resquicio que denote tu presencia.
Pero no estás.
Te fuiste aquella tarde.
 

 

Me dijiste adiós y te marchaste con tu mentira, y yo me quedé allí clavado, con el corazón hecho añicos, esperando la hora mágica, que no ha vuelto nunca más.
Quizás me la robaste, o los duendes de la magia se fueron tras de ti.
Yo también me hubiera ido.
Pero, quedé inerte cuándo dijiste adiós, y mientras cerrabas la puerta me concedías por última vez el paréntesis de tu sonrisa.
El aire sigue oliendo a ti.

Los dos luceros, aquellos tus amados ojos que iluminaban mis noches,
ya no me miran,  y yo los sigo viendo en cada rincón, en cada pared vacía de tú presencia, mientras vago a oscuras desmenuzando los segundos de un reloj que marca un tiempo que ya no importa.

Descalzo de esperanzas,  recurro iluso a la hipótesis de que todo sea una horrible pesadilla, que en cualquier momento: la puerta se abra y  entres tú.
Pero la realidad, la cruenta realidad clava su espada, acuchilla mi alma y aplasta mis sentimientos.
El corazón protesta y la sangre se hiela en las venas, negándose a seguir su camino.
Son horas eternas, de eternas noches, de eternos días, cuando te busco inútilmente, cuando deambulo de un lado a otro sin saber que hacer para que vuelvas, cuando los cristales de la terraza lloran acompañando mi llanto.

¡Estoy tan cansado de no tenerte que dejaría de respirar si no fuera, porque!...
El aire aún huele a ti.
 

 

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SIEMPRE ME QUEDARÁ TU VOZ          (Dedicado a Xabier)

Aunque decidas no volver a tomar el arco de tu pluma para interpretar
una nueva melodía en el violín de los sentimientos...

         Aunque quieras enterrar tus manos, tus ojos, tu piel para sentirte libre; 
         apagar amaneceres, arrinconar puestas de sol, 
         palabras mudas, palabras hondas que llegan más allá de las rutas de la seda.

Aunque desaparezcas de la vida de los sueños
y te sumerjas en la vida real, mucho más lejana que la ensoñozada.

Aunque te escondas entre la hiedra que trepa la fachada de otras cosas,
de otras casas, de otras ventanas, de otras vidas...

          Siempre quedará tu voz
          tus escritos que dicen... que cuentan sueños que nadie como tú sabe contar,
          porque tú, nunca podrás ser uno más.

Nadie sabe llegar como tú, a esos rincones sensibles
que jamás sospechaste pudieran existir.

Hoy, después de beber de tus letras una vez más,
tus letras convertidas en voz, susurrando: mi pequeña... con un beso y una flor, 
no puedo, ni quiero  dejar de decirte, qué vayas donde vayas, 
tomes el camino que tomes, 
tanto si decides a partir de ahora pintar paredes, 
hacer abanicos,  arlequines o simplemente mirar los girasoles.

Siempre, me quedará aquello de
“a tu lado quiero morir cuando de verdad me muera”.

Siempre, ¿me oyes?, aunque te enfades, aunque protestes, ¡mejor no digas nada!.
Siempre me quedará tu voz.
Siempre me quedará tu huella.

 

 

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SOLTERA BUSCA...                       Dedicado a Luís Alcocer.

Consuelo era una mujer ya mayor, llevaba en sus espaldas, muchos años de magisterio, pero le había llegado la jubilación antes de lo previsto.

Quizás fuera el griterío de los niños en la clase, o tal vez, el chirrido de los trenes a su paso. Vivía al lado de la estación.

Cualquiera que fuese la causa, había perdido el oído y le concedieron la invalidez, justo cuando la era de las nuevas tecnologías había hecho su aparición.

Sólo le dio tiempo a comprarse un ordenador que, uno de sus alumnos, le instaló en su casa.

Aquello, para ella, era un mundo irreal, pero poco a poco fue adiestrándose en el manejo de las cuatro cosas.

No se había casado, y ahora, a su edad, se encontraba solitaria con una pantalla ante ella, a la que, en su cabeza, fue dando vida.

Cuando aquel verano, su prima Luisa, mucho más joven que ella, vino a pasar unos días, le habló de sitios que había para hacer amistades, para gente solitaria y la metió en este rollo.

Al principio, se dedicaba a mirar y leer las demandas de unos y otros, sin más interés que dejar pasar las horas.

Pero un día... allí estaba, su rostro sonriente la miraba, ella pensaba que aquella sonrisa era exclusivamente para ella.

Un flechazo y Consuelo, quedó prendada de aquel individuo que solicitaba

amistad con personas de 40 años.

Era igual, ella no le iba a decir su edad, ni le hablaría de su sordera, ni de su cabellera canosa, ni de sus pechos flácidos.

Pero pedían una foto, eso era lo peor. Entonces se le ocurrió poner una de su prima y asunto resuelto.

Como si de una persona real se tratase, ella fue elucubrando historias tras historias. Hablaba con él, le preguntaba su parecer y llegó incluso a poner un plato en la mesa.

-Bueno, ya se que este vestido no te gusta, me lo cambiaré.

-¿Te apetece dar un paseo esta tarde?

Y ella salía a pasear como si llevara alguien al lado. Hablaba y hablaba y la gente pensaba que desvariaba por la edad.

 El fondo de pantalla, ni que decir tiene que era la foto de él.

Sacó una copia y le compró un marco.

-Es para la foto de mi novio- le dijo a la dependienta cuando le preguntó por lo que pondría, para ver que marco iría más acorde con el motivo.

 No más se levantaba, encendía el ordenador y allí estaba él.

Desayunaba delante de la pantalla y, mientras le daba los buenos días, le hablaba de lo que podrían hacer después.

 -Eres un encanto, todo te parece bien, nunca un mal gesto; siempre ese cariño que te rebosa por los ojos. ¡Si lo sé bien!

 Le escribía largos correos que le mandaba y a los que él nunca contestó.

Por otro lado, sus otras necesidades no le agobiaban mucho, las saciaba con su imaginación y era suficiente.

 Aquella página, dejaba registrada las entradas de cada persona en los perfiles de cada cual, hecho del que nuestra enamorada no tenía ni idea.

 Así pasaban los días y ella era feliz con las mil historias que iba elaborando su cabecita.

 -Nunca, ¿me oyes?, nunca me había enamorado de esta manera- le decía al fondo de pantalla que absorbía todas sus horas.

 Hacia ya varios meses que, Consuelo, había cambiado sus costumbres; vivía pendiente de aquella imagen que, para ella, era su vida.

 Una mañana, cuando se levantó, y como siempre fue a darle los buenos días, se encontró con una pestañita en la parte inferior derecha, que intermitentemente le anunciaba que tenía un correo.

 Con los nervios a punto de estallar, no daba bien con el lugar para leerlo.

Por fin lo abrió y comenzó a leer:

 “Señorita, desde hace unos meses, viene usted mandándome correos de lo más ridículos. No la conozco de nada ni tengo ningún interés en usted. Por favor, deje de molestarme. ¿No tiene otra cosa mejor que hacer?”

 Era él, era su cara sonriente, pero aquello era durísimo, no, no podía ser.

 Cuando quiso entrar una vez más en su perfil, un mensaje le anuncia que tiene denegada la entrada.

Escribe un correo tratando de aclarar, -debe tratarse de un error-

El correo le es devuelto por rechazo de su destinatario.

Consuelo no sabe que pensar, no puede creer que sea cierto.

¿Cómo puede hacerle esto a ella?

Con lo que ella le ama, con lo enamorada que está...

 Arranca los cables del ordenador, toma entre sus brazos aquella pantalla que había sido su vida, y con pasos cansinos y lentos sube a la azotea.

 Se asoma al pretil de la parte trasera. La estación, como casi siempre está desierta; allá a lo lejos se divisa el tren que se aproxima.

Se muerde los labios hasta hacerse sangre y sorbe la nariz unas cuantas veces, mientras por sus ojos se van derramando unas lágrimas.

–Debe ser la carbonilla- se dice, como si los trenes aún funcionasen con carbón.

 Alza la pantalla y, justo cuando pasa el tren, la arroja al vacío.

Luego, baja las escaleras, despacio, casi sin ver por los ojos anegados.

 Sentada en un banco del parque, llora con desconsuelo.

Un chico joven se le acerca y le pregunta qué le pasa.

Ella lo mira, se suena la nariz una vez más y responde sin dejar de hipar:

-Joven, mi novio ha tenido un accidente y ha muerto, ¿comprende?, ha muerto.

 

 

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