HAY NOCHES
Hay noches en las
que el insomnio me obliga a amasar pensamientos.
Hundo mis puños en ellos con ahínco y mal contenida
rabia tratando de hacerlos moldeables, pero ellos se
burlan de mi empeño, me invaden y se hacen fuertes en la
mente.
Algunos son ásperos y su roce araña la piel, hurgan en
las heridas que aún no cicatrizaron; otros son rugosos y
deformes, esconden entre sus repliegues un sinfín de
dudas que desestabilizan las horas.
Los hay pequeños, insignificantes, tanto que no deberían
ni siquiera existir, se expanden, se agrandan hasta
lograr invadir un terreno que no les correspondería por
su rango, y se convierten en gigantescos monstruos que
te avasallan; es inútil la lucha, son invencibles.
Hay otros que son cansinos, fatigantes. Les das cien
manotazos para apartarlos de ti, pero vuelven una y otra
vez, zumban en tus oídos hasta encontrar cualquier
fisura por la que colarse, entonces te incrustan su
aguijón hasta hacerte sangrar.
Trato de ocultarlos bajo remedos de sonrisas
indiferentes; quisiera apresarlos con mis manos,
estrujarlos y arrojarlos a la basura, catapultados con
encogimientos de hombros que les muestren mi desprecio.
Infructuoso empeño, ellos se escapan, revolotean
alrededor hasta adueñarse del tiempo.
Le doy vueltas a la cucharilla para disolverlos, más no
hay manera, flotan allí arriba en la nata de cualquier
recuerdo.
Me rinden, me dominan, y al llegar la mañana, cuando
resucita un nuevo día, me encuentro exhausta de la lucha
sin tregua;
es entonces cuando van desapareciendo poco a poco, y
como los murciélagos se recogen con las primeras luces,
dejando
en mis ojeras la huella de sus pisadas.
Marila |